La vida es puro teatro
Si hay un país en Europa que es imprescindible visitar para cualquier persona con un mínimo de sensibilidad histórica ése es Grecia. No existe en el viejo continente una civilización con una historia tan larga, ni tan intensa, ni pionera en tantos aspectos, ni, por supuesto, tan apabullantemente culta como lo fue la griega. Tampoco creo que sea posible encontrar una cultura que haya contribuido tanto al desarrollo de Occidente como la helenística, influencia que se manifiesta en prácticamente todos los campos del saber y que condiciona de una manera fundamental aspectos clave de nuestra vida cotidiana. Una de esas áreas cuyas raíces se encuentran en territorio heleno y sin la que nuestra vida actual sería al menos difícil de entender es el teatro. Dramaturgos como Esquilo y Sófocles sentaron las bases del drama y la tragedia, tal y como ahora las entendemos, allá por el siglo V a.C., creando un arte que no ha variado sustancialmente desde aquellos tiempos tan lejanos.
Se conoce con el nombre de Peloponeso a un territorio situado al sur de Grecia y que está separado del continente por el estrecho istmo de Corinto, de tan solo seis kilómetros de anchura. Ya en la antigüedad se intentó conectar los mares Jónico y Egeo en este punto, de forma que los barcos pudieran evitar el tener que circunvalar una considerable porción de tierra para pasar de uno al otro. A finales del siglo XIX se inauguró por fin el canal de Corinto, que ahora es inevitable cruzar si se quiere alcanzar el Peloponeso por tierra y que convierte en isla lo que siempre había sido península. En nuestro primer viaje a Grecia, durante el asfixiante estío de 1994, así decidimos hacerlo con la intención de empaparnos de parte de la vasta historia de este lugar.
Micenas puede presumir de un lejano pasado. Tanto, que antes de los comienzos de nuestra era sus ruinas eran ya una atracción turística para los viajeros de aquella época. Se cree que en este lugar existía una polis, o ciudad, ya en el año tres mil a.C. aproximadamente. Como ocurre con la mayoría de las antiguas urbes griegas, Micenas estaba situada en un lugar de difícil acceso y rodeada por unas potentes murallas que la hacían prácticamente inexpugnable. Una de las entradas a la ciudad a través de las murallas era la famosa Puerta de los Leones, llamada así por la representación de dos felinos que aparece sobre el dintel que daba acceso al interior.
Pero quizás lo más característico de Micenas sean una serie de tumbas circulares que, al ser excavadas, mostraron las enormes riquezas existentes en el lugar. Una buena prueba del desarrollo que llegó a alcanzar la ciudad, bienestar que tardó varios siglos en volver a ser logrado por ninguna otra polis helena tras el abandono de Micenas, hecho que se cree sucedió hacia el año mil a.C. aproximadamente. Las causas de su caída probablemente no se sabrán nunca, aunque se piensa que fue debida a una invasión llevada a cabo por algún pueblo vecino. A pesar de su destrucción, el esplendor de Micenas fue tan grande que sirvió de inspiración a literatos como Homero para alguna de sus épicas obras.
El plato fuerte de este histórico día estaba aún por llegar. No lejos de las ruinas de Micenas se encuentra el teatro de Epidauro, que data del siglo IV a.C. aproximadamente. No exagero si digo que esta construcción impresiona, tanto por sus dimensiones, pues sus gradas podían acoger a unos quince mil espectadores, como por la belleza del entorno donde está emplazada. Y qué decir de su excepcional acústica, que hace que los espectadores situados en la parte superior puedan percibir casi el más leve murmullo que se produzca en la escena. Sentado en las gradas del teatro de Epidauro me sentí como un espectador más de aquellos dramas y comedias allí representados hace tantos siglos. Y no pude menos que agradecer a aquellos dramaturgos, escenógrafos y actores helenos por todo lo aportado al desarrollo de mi imaginación.
La península del Peloponeso es una de las regiones históricas más extraordinarias de Europa. Recuerdo la enorme emoción en ver el Hermes de Praxíteles en Olimpia o al traspasar la Puerta de los Leones en Micenas. Y desde luego, el teatro de Epidauro. Extraordinario, y junto al de Bosra (romano, como estará?) uno de mis dos favoritos.
El de Bosra no lo he visto, y a saber si lo podré ver algún día porque como tú dices a ver en que estado se encuentra ahora. Entre los griegos mi favorito es el de Epidauro y entre los romanos el de Orange sin olvidar el de Mérida.
Muchas gracias por tu aportación.
Grecia es imprescindible…¿puedes creer que aun no he puesto los pies en el Peloponeso? este año quiero acabar con esa falta terrible en mi haber viajero. Los teatros de la antigüedad me parecen una pasada, no dejo de imaginármelos en funcionamiento…el de Epidauro desde luego siempre ha sido uno de mis favoritos, seguro que no me defraudará. Gracias por transportarme un ratito esta mañana a la antigüedad helena.
No tengo que decirte que el Peloponeso te encantará, espero que puedas ir pronto. Y entre los teatros de la antigüedad que más me han impresionado está el de Orange, cuya escena conserva aún un aspecto muy parecido al original.
Muchas gracias por tu aportación.