La misa dominical
Uno de los aspectos fundamentales, quizás el más importante, en la vida cotidiana de los habitantes del reino de Tonga es la religión. En cada pueblo tongano, por minúsculo que sea, pueden verse varias iglesias pertenecientes a las más diversas congregaciones religiosas que imaginarse pueda. Desde metodistas a católicos pasando por adventistas, mormones, anglicanos o wesleyanos. Hay también judíos, hindúes y musulmanes, practicantes de las creencias tradicionales tonganas o miembros de la llamada iglesia de Tonga. De lo que no se tiene constancia es de la existencia de ateos. El ciudadano tongano considera la religión como un pilar esencial en su vida y el domingo es un día sagrado, dedicado casi en exclusiva a la práctica del culto al que pertenezca.
Al contrario de lo habitual en otros lugares, todas estas religiones conviven de manera pacífica y sin interferencias entre ellas. O al menos así me lo pareció cuando llegamos a Tonga en julio de 2008. En realidad, sería difícil imaginar a los calmados tonganos provocando los lamentables espectáculos que a causa de las ideas religiosas se producen un día sí y otro también en diferentes zonas del Planeta. La tranquilidad, la calma, la paz interior son las características principales de los habitantes de este aislado archipiélago. Sus habitantes siempre tienen una sonrisa en los labios, y resulta prácticamente imposible ver a alguien manifestando su ira por algo. Realmente están en nuestras antípodas, no solo geográficamente sino también por comportamiento.
El día siguiente a nuestra llegada era domingo, y nos recomendaron vivamente asistir a una ceremonia religiosa. Tras unos momentos de duda aceptamos, y a la mañana siguiente llegamos a las inmediaciones de una de las muchas iglesias que existen en Nuku’alofa, principal población de la isla de Tongatapu. Íbamos acompañados por un conductor local, que nos informó de que aquella no era una iglesia más. ‘Ésta es la iglesia a la que cada domingo acude nuestro rey’, comentó. Hubo murmullos de incredulidad en el grupo. La mayoría de los asistentes no podían creer que todo un monarca bajara a la tierra y se mezclara con sus súbditos un día cualquiera, pero al parecer éste era un hecho habitual en el pequeño país oceánico.
‘En una hora y media vuelvo a por vosotros’, apuntó el chófer. Esto sí que me resultó chocante, así que repliqué: ‘¿Cómo es que duran tanto las misas aquí?’. ‘Eso es solo una pequeña parte’, fue la respuesta. ‘En total la ceremonia puede durar unas seis o siete horas’. ‘Casi nada’, pensé mientras me dirigía hacia el interior de la iglesia. Junto a la puerta, una señora nos indicó los bancos donde podíamos acomodarnos. Le pregunté si era posible tomar fotos durante la ceremonia y asintió, aunque sin movernos del sitio que teníamos asignado. Los pocos feligreses que había a esa hora nos miraban con curiosidad. La mayoría de ellos vestían el tupenu, una especie de falda que usan tanto hombres como mujeres y que en ellos cubre solo hasta debajo de las rodillas, mientras que en ellas llega hasta los tobillos.
Algo más tarde llegaron los integrantes del coro, la mayoría gente de edad madura. Apareció el sacerdote y empezó la ceremonia, seguida con devoción por los fieles que habían ido llegando en mayor número. A ambos lados del púlpito estaban situados unos bancos especiales para la familia del rey, y una especie de trono para éste. El rito se desarrollaba en el idioma tongano y era difícil enterarse de algo, pero el coro intervenía con frecuencia, lo cual era de agradecer. Transcurrido un tiempo decidí que ya tenía suficiente y salí a la calle, donde me encontré con nuestro chófer. ‘Creo que el rey no ha aparecido’, le dije, ‘aunque hay gente de aspecto importante a la izquierda del cura’. ‘Son parte de la familia real’, me contestó, ‘supongo que el monarca está ocupado con los actos de su coronación y quizás venga más tarde’. Un par de semanas después, George V era coronado como nuevo soberano del reino de Tonga. Con ceremonia religiosa incluida, por supuesto.
Mucha fe deben tener para aguantar una ceramonia de seis o siete horas, madre mía!. Es interesante acudir a las ceremonias religiosas cuando uno se siente bien recibido.
Feliz domingo
Los tonganos dedican el domingo a sus creencias religiosas, no hacen nada más. Así que supongo que 6 o 7 horas no lo consideran demasiado. A mí ceremonias de este tipo me parecen parte del folklore local. Me resultan atractivas siempre que sea bien recibido, como tú bien dices.
Buen fin de semana.