La ciudad del león
El origen de la palabra que da nombre a la ciudad-estado de Singapur no está del todo claro. Una de las teorías existentes es que tal apelativo deriva de Singha-pura, palabra compuesta por los términos singha, que significa león en sánscrito y pura, que en malayo quiere decir ciudad. Los defensores de esta hipótesis se basan en una antigua leyenda, según la cual un príncipe malayo salió en el siglo XIII a la búsqueda de una mítica ciudad llamada Temasek cuando, a resultas de una tormenta, su embarcación naufragó en las cercanías de una isla. Con esfuerzo consiguió llegar a tierra y allí vislumbró un extraño animal que identificó con un enorme león, por lo que desde entonces aquella isla y la ciudad que su descubridor allí fundó empezaron a ser conocidas con su denominación actual.
Singapur es un país formado por más de sesenta islas, que en conjunto tienen una superficie similar a la de Menorca. Junto a Mónaco y Ciudad del Vaticano está considerado una de las tres ciudades-estado que actualmente existen en el mundo. En su territorio no hay traza alguna de leones, felinos que casi con toda seguridad jamás han existido en la zona. Por tanto, lo más probable es que la denominación del estado se deba a que sus fundadores fueran de origen sikh, religión de procedencia india cuyos miembros masculinos siempre llevan el apellido Singh. A pesar de todo, el león es todo un símbolo en esta nación del Sudeste Asiático y su imagen es frecuentemente asociada al carácter tenaz del que sus ciudadanos presumen.
A lo largo del tiempo, numerosas civilizaciones fueron estableciéndose en el territorio actual del país. Primero fue un pueblo de origen malayo, que se desarrolló en la cercana isla de Sumatra y fue extendiéndose por los alrededores hasta crear un imperio conocido como Srivijaya. A éste le sucedieron los chola, gente de origen tamil procedente del sur de la India. A comienzos del siglo XVII llegaron los portugueses, que se mantuvieron allí durante unos doscientos años con algunas zonas bajo control holandés en este periodo. Ya en el siglo XIX la isla entera cayó bajo control británico y así se mantuvo hasta la invasión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Todo ello, unido a la masiva llegada de inmigrantes chinos para trabajar en las plantaciones de caucho configuran un estado cuya principal característica es la multiculturalidad.
Aterrizamos en el hipermoderno aeropuerto de Changi el último día de 2001. Tras celebrar una Nochevieja un tanto agitada, pasamos el primer día del nuevo año paseando por las calles de la ciudad. Aunque tiene un aspecto similar al de otras grandes urbes asiáticas, Singapur añade un toque de modernidad que la hace diferente. Las estrictas reglas de comportamiento que aquí imperan le quitan algo de encanto, al menos en mi opinión. Aunque su skyline, pleno de edificios de arriesgados diseños, apabulla al neófito en este tipo de arquitectura, tal y como lo era yo en aquellos momentos. Y, puesto que el espacio es todo un problema en esta hiperpoblada urbe, no me cabe ninguna duda de que la altura de sus rascacielos sería muy superior si no fuera por una ley que les impide sobrepasar los doscientos ochenta metros de altura para prevenir posibles problemas con el tráfico aéreo.
No todo es arquitectura futurista en Singapur. Esa multiculturalidad a la que me refería anteriormente y que lleva a que hasta cuatro lenguajes tan diferentes como el inglés, el malayo, el chino y el tamil sean oficiales, contribuye al cosmopolitismo presente en cada esquina de la ciudad. Así, en una transición suave, es posible pasar del distrito financiero, conocido como Downtown Core y donde se sitúa el centro de la potente economía singapuresa, al barrio denominado Chinatown, infinitamente más tradicional y con un ambiente que parece sacado de cualquier localidad cantonesa. Pero a pesar de ser sectores tan diferentes sus habitantes se identifican plenamente con el merlion, una figura que se ha convertido en símbolo del país y que, como no podía ser de otra manera, tiene forma de cabeza de león.
Curioso el posible origen del nombre! ya he aprendido un poquito de su idioma jeje
Es un lugar de Asia que a Jordi no le importaría visitar (ya sabes que es algo «cómodo», poco a poco conseguiré sacarlo de ahí jaja)
Un saludo
Singapur no es Japón, aunque en muchos aspectos se asemeje un tanto. Pero me parece un pequeño estado bastante interesante y que posiblemente os dejaría una buena impresión. Si vais por allí ya me contarás lo que te ha parecido.
Un abrazo.