Jirafas de cuello anillado
Los karen son una etnia birmana que lleva décadas luchando contra la dictadura militar que controla su país. Una de sus tribus minoritarias es la de los padaung, o kayan como prefieren ser denominados, cuya población no llega a alcanzar los diez mil miembros en la actualidad. A principios de los noventa del siglo pasado buena parte de ellos llegaron al norte de Tailandia, huyendo de la represión ejercida por el régimen dictatorial birmano. Y tal visita, que en principio podría haber provocado rechazo en el régimen tailandés debido a su condición de refugiados, se convirtió por obra y gracia de algún avispado empresario turístico en algo muy apetecible, debido a un elemento diferenciador que algunas mujeres kayan portaban en sus cuellos.
Allá por el año 2000 yo no sabía demasiado sobre la historia y circunstancias de las denominadas mujeres jirafa. Conocía su procedencia birmana, había visto algunas fotos y poco más. Así que no tuve ningún reparo en volar hasta Mae Hong Son, ciudad situada al noroeste de Tailandia, muy cerca de la frontera con Myanmar. Este remoto lugar está enclavado en la zona más montañosa del país, y es habitualmente utilizado como punto de entrada para los visitantes que se acercan a conocer de primera mano algunas de las tribus que en ella viven. Ya por entonces, uno de sus puntos fuertes era sin duda la visita a alguna de las dos o tres aldeas kayan que allí se localizan, construidas justo en el lado tailandés de la frontera y a salvo, en teoría, de las agresiones de los temidos militares birmanos.
Mientras un 4×4 algo destartalado nos llevaba hacia una de estas aldeas no pude menos que asombrarme ante la espectacularidad del entorno, de una belleza insuperable. Una jungla casi impenetrable lo cubría todo, dando un innegable aspecto de verdor a las imágenes que se sucedían ante mis ojos a través de la ventanilla del vehículo. Después de cruzar con algunos problemas un caudaloso riachuelo llegamos por fin al poblado kayan. Tras una corta visita a la escuela del pueblo encaminamos nuestros pasos hacia los puestos donde las a mujeres jirafa ofrecían sus productos de artesanía. Allí pude comprobar que algunas de ellas se dirigían a nosotros en un más que aceptable castellano, además de hacerse entender sobradamente en algún que otro idioma occidental.
En realidad, la bonita sonrisa de estas mujeres esconde una historia desgraciada. No se sabe muy bien de donde viene la tradición de colocarles pesados anillos en el cuello a las niñas kayan nacidas los miércoles de luna llena. Ni tampoco su significado, aunque seguramente su único propósito sea estético. Se ha propagado rápidamente el mito de que una mujer jirafa muere si es desposeída de los anillos, lo cual no es cierto. Sí lo es que el cuello de estas mujeres queda terriblemente deformado tras años de soportar el peso de un número creciente de aros, lo cual hace que ellas mismas prefieran no quitárselos. Y también parece serlo el hecho de que, ante el gran número de turistas que las visitan, ya les colocan los anillos metálicos a prácticamente todas las niñas que vienen al mundo en estas aldeas, independientemente de su día de nacimiento y del ciclo lunar reinante.
La tragedia de las mujeres jirafa es que son no solamente prisioneras de sus anillos sino de su propia condición de refugiadas. Por ello no pueden volver a su país ni alejarse del entorno donde habitan. Ni siquiera les está permitido abandonar Tailandia, debido al reclamo turístico que suponen. Su único medio de supervivencia es su cuello anillado, objeto de codicia para los objetivos de las cámaras de quienes las visitamos. Porque mientras continuemos haciéndolo ellas seguirán atrapadas en la especie de parque temático en que se han convertido sus poblados. Desde ACNUR, la agencia de Naciones Unidas que se encarga de asistir a los refugiados, se recomendaba hace pocos años no ir a verlas bajo ningún concepto. Lástima no haberlo sabido entonces, porque me habría ahorrado el escribir un relato tan triste.
Como bien apuntas, hace años obtener cierta información era mas complicado.
Por suerte, hoy internet hace esa parte mas sencilla.
Creo que es importante que se vayan difundiendo estos temas para intentar frenar el turismo que los está dañando.
Hace muchos años probablemente ellas estarían en mi lista de visita. Desde que leo relatos y puedo informarme he decidido que no iré a verlas llegado el caso.
Gracias por compartir la experiencia y por difundir el mensaje final.
un saludo
Mi intención era precisamente esa: difundirlo para que personas que están indecisas entre ir o no dispongan de más información. Lástima no haber dispuesto de ella en mi caso, porque hubiera renunciado a visitarlas.
Muchas gracias por tu aportación.
Precioso relato y triste vida la de estas mujeres nacidas en ese poblado… gracias por abrirnos un poquito mas los ojos ante estas cosas.
Un saludo.
Llevan una vida muy desgraciada, tanto por el hecho de llevar los anillos de por vida como por ser refugiadas a quienes incluso les impiden la posibilidad de dejar de serlo. Esperemos que esto cambie algún día, puedan volver a su país y llevar una existencia digna.
Muchas gracias por tus palabras.
Desconocía completamente la historia de las mujeres girafa. Gracias por compartir tu experiencia y poner sobre aviso a todo el mundo.
¡Un saludo!
Eso mismo me ocurría a mí, y por eso decidí escribir este relato. Lo hice en la primera versión de este blog, allá por 2008 y, en vista de que la situación parece que no ha cambiado desde entonces, lo he retomado en ésta actualizándolo un poco. Si le sirve a alguien para al menos plantearse la posibilidad de visitarlas o no, pues perfecto.
Muchas gracias por tus palabras.
Hola! he compartido tu post para difundir esta realidad. Aunque yo ya lo sabía y no fui a visitarlos cuando estuve en Birmania, no llegué a escribir nada al respecto, así que espero que tu triste experiencia ayude a otros viajeros a conocer la realidad y practicar un turismo responsable.
Un abrazo viajero!
Te agradezco mucho que compartieras el post. Aunque tú si lo estabas, es curioso la cantidad de viajeros que siguen desinformados sobre este asunto, quizás no se le ha dado demasiada publicidad. Por supuesto, mi intención no es decirle a nadie lo que tiene que hacer, tan solo que quienes lean esto y se estén planteando ir para allá dispongan de una información adicional que yo no tuve.
Muchas gracias por tus palabras.
Muy triste historia, Floren. Como apuntan arriba, hoy es mucho más fácil averiguar ciertas cosas y formarse una opinión. A mi me pasó con el templo del tigre, cerca de Kanchanaburi, al que después de leer las realidades que pasan, me negué a ir, lo mismo con muchos parques de elefantes de Chiang Mai y lo mismo con esta zona de Thailandia. Preferí meterme en Laos.
Un abrazo y gracias por la historia … hay ciertas cosas como la del Miércoles de luna llena que no conocía 🙂
Con los parques de elefantes me pasó algo similar, Fernando, aunque no he escrito sobre ello porque dispongo de menos información y ya he visto que muchos bloggers lo hacen.
Lo de los miércoles de luna llena me lo contaron allí, pero no estoy seguro de que no sea una leyenda. Aunque es posible que sea cierto, porque si fuera por razones estéticas como dicen otros, probablemente una mayoría de mujeres del poblado llevarían los aros y no es así. Antes era un mínimo porcentaje quienes los sufrían, ahora son más pero por motivos turísticos.
Muchas gracias por tus palabras.
Un abrazo.
Pues yo no sé si estoy del todo de acuerdo con el sentir general de los comentarios.
Yo visité Tailandia hace unos 10 años y en aquel momento no quise visitar los poblados padaung por todo lo que relatas (posible explotación, zoológico humano…). Sin embargo, he de reconocer que como amante de la diversidad humana y de la etnología, me he arrepentido de ello.
Pienso de que desde el respeto, sí que debería haberlas visitado. Y digo esto, pensando que esta debe ser una costumbre arraigada de este pueblo desde hace cientos de años, independientemente de que ahora lo hagan en Tailandia, en lugar de en su Birmania natal; y por otra parte, no estoy nada seguro de que la vida de estas refugiadas birmanas fuera mejor en caso de que los turistas no acudieran a visitarlas. De verdad estamos seguros de que vivirían mejor? Les daría el gobierno tailandés mejor trato?
Es posible que sea una tradición antigua, Jordi, y yo siempre he pensado que quienes deben acabar con costumbres que afectan a humanos (o animales) son los propios pueblos que las crean. Lo que sí parece demostrado es que el número de niñas a las que colocan los anillos se ha incrementado considerablemente desde que llegaron las visitas turísticas. Esa es la razón por la cual yo no hubiera ido, porque en cierta manera me siento responsable de haber contribuido a ello.
No estoy del todo seguro de si vivirían mejor o peor sin el turismo. Pero ha habido intentos de mejorar su estatus, por ejemplo Nueva Zelanda intentó acoger a una veintena de ellas hace unos años y el gobierno tailandés se opuso a darles un visado de salida por la repercusión que ello tendría sobre el turismo en el país. Por lo que he leído, algunas se sienten cómodas viviendo así y otras no, pero quienes se oponen frontalmente a que cambien de vida son los touroperadores tailandeses.
Muchas gracias por tu aportación.
Las costumbres no siempre son buenas, a veces con el rollo de las tradiciones defendemos lo indefendible (la violencia animal o la violencia patriarcal), en cualquier caso es algo aunque penoso curioso y antropológico.
Saludos viajeros
El LoBo BoBo
Estoy de acuerdo contigo, aunque pienso que deben ser los propios pueblos que crean esas tradiciones quienes se encarguen de acabar con ellas. Tenemos una larga historia de conflictos donde los occidentales nos hemos dedicado a intervenir (en pro de la democracia, decimos) y la experiencia demuestra que hemos contribuido a empeorar las cosas. En este caso particular, coincido con la propuesta de ACNUR de no ir a visitarlas. Cuando se den cuenta de que no pueden vivir de ello, los propios kayan se encargarán de acabar con la tradición.
Un saludo.