Jaipur (por Jorge Sánchez)
Estando en Delhi me dirigí a las autoridades del Ministerio del Interior para solicitar mi visado a Sikkim (en el año 1988 era necesario). Me informaron de que tomaría dos semanas en serme concedido. Entonces resolví visitar durante esas dos semanas la provincia más colorida y folclórica de la India: Rajastán, la tierra de los rajputs y los maharajás del desierto de Thar. La primera ciudad que visité de Rajastán fue Jaipur, adonde llegué en tren.
Jaipur era una ciudad de edificios de color de rosa, que es el color de la hospitalidad. Allí las mujeres vestían con saris de seda de bellos adornos plateados, a los que añadían espejitos y lentejuelas. En vez de ponerse 10 o 15 pulseras en cada muñeca, como las demás mujeres indias, ellas se llenaban de pulseras los dos brazos, desde la muñeca al hombro, y se colocaban cascabeles en los tobillos. Los hombres portaban turbantes de colores vivos, lucían grandes mostachos, se pintaban las uñas de rojo, calzaban sandalias con las puntas levantadas, y llevaban dos pendientes en las orejas. Por las calles había elefantes con las orejas y trompas llenas de tatuajes, pavos reales en libertad, loros verdes y pájaros de alas azules, monos en los templos que eran ladrones y al menor descuido te robaban la gorra, las gafas o las cosas de los bolsillos, y observé palacios con harenes con mujeres que te observaban desde las ventanas, carros tirados por camellos, músicos callejeros con panderetas y rebabs. Y no se veía la pobreza de otras provincias indias; los ciegos portaban un timbre de bicicleta incorporado en su bastón para abrirse paso en la multitud, y los mendigos sin piernas tenían un ayudante que les empujaba su patinete y con quien se repartían las limosnas al finalizar el día. Los vagabundos y sadus rajputs dormían abrazados por la noche en las paredes exteriores de los templos rosados.
Durante dos días me deleité contemplando a las gentes de los bazares, rodeé las murallas y entré en algunos templos y divisé desde la bahía el de Jal Mahal, en un lago. También visité el observatorio astronómico, llamado Jantar Mantar, que constituye hoy un patrimonio mundial de la UNESCO. El tercer día, desde Jaipur me dirigí en autobús a Deshnoke, cerca de Bikaner, para visitar el templo de mármol de Karni Mata, donde las ratas, semipeludas y de color grisáceo oscuro, son adoradas y alimentadas con miel y jalea real, por eso están todas muy robustas, lucen largos bigotes y sus colas alcanzan los 30 centímetros.