Islas Solovetsky (por Jorge Sánchez)
Es cierto el proverbio que afirma «A quien madruga, Dios le ayuda». Había llegado a la estación de trenes de Kem hacia las 4 de la madrugada, junto a un grupo de peregrinos rusos. Subimos a la sala de espera y ellos se pusieron a cantar canciones religiosas, mientras que yo eché una cabezada. Antes del alba se levantaron y se fueron sin despertarme. Yo me di cuenta de su partida pero pensé que exageraban saliendo aún oscuro y determiné dormir una hora más, hasta el amanecer. Fue cuando abordé un minibús hasta el puerto de Rabocheostrovk. Al llegar, justo vi en la lontananza el único barco diario, propiedad del patriarca, que traslada a los peregrinos al monasterio de las Islas Solovetsky los de manera gratuita. No llegué a tiempo por unos 10 minutos. ¡Qué rabia me dio! Me tuve que quedar en ese puerto unas dos horas tomando cafés y bollos de nata, hasta que se reunieron otros peregrinos y junto a ellos embarqué en un barco grande, privado, de pago, hacia el archipiélago Solovetsky, compuesto por seis islas, siendo la principal Bolshoi Solovetsky, donde se localiza el famoso monasterio. La travesía duró dos horas y media.
Al llegar me dirigí al monasterio y rogué ser aceptado como peregrino, cosa que conseguí y me mostraron mi cama en una gran sala comunal donde ya estaban instalados los peregrinos cantores. Las tres comidas estaban incluidas en la invitación, de manera gratuita, allí el dinero estaba considerado como una materia vil, aunque se aceptaban donaciones voluntarias por la estancia, dependiendo del presupuesto de cada peregrino. Además de ese dormitorio dentro del monasterio había hoteles y restaurantes en el pueblo, fuera del reciento amurallado del monasterio, y eran de pago, naturalmente, para los turistas ordinarios.
Entre los peregrinos hice amistad con un ucraniano que era cojo. Él, Alexander, durante los tres días de mi estancia en Solovetsky me explicaría acerca de ese monasterio, donde él ya había estado varias veces, pues hacía muchos años que caminaba a pie por toda la Rusia europea visitando todos los monasterios. Se financiaba tomando fotos de los monasterios y los monjes que vendía en su página güeb. Participé de todas las actividades del monasterio. Las misas eran larguísimas, de varias horas de duración, y nadie se sienta (en las iglesias ortodoxas no hay bancos de madera), sino que el fiel permanece en pie, incluso Alexander, a pesar de los esfuerzos que tenía que hacer manteniéndose de pie con ayuda de su bastón. Tanto la travesía en el barco con la visión del monasterio en la lontananza, como su visita interior y exterior era de una belleza sin par. Vi las campanas en el patio, las torres y la fortaleza que se asemejaba a un kremlin, los frescos.
El monasterio fue fundado en el siglo XV por dos monjes venidos del monasterio Kirillo-Belozersky, en el oblast de Vologda, que visitaría varios días más tarde, tras Solovetsky. Hay un aspecto siniestro en ese monasterio y fue el haber sido utilizado, por orden del propio Lenin, como GULAG, el primero de la URSS (el año 1921), al que, desgraciadamente, seguirían varios centenares de ellos, produciendo la muerte por exceso de trabajo de muchos millones de presos, o zeks. El entonces GULAG de Solovetsky era uno de los más fríos e inhóspitos de todos los archipiélagos GULAG que se fueron creando por toda la URSS, sobre todo en Siberia. En ellos, la poca alimentación y los duros trabajos forzados, hacía que los zeks cayeran como pajaritos. También vio los impactos de centenares de bombas lanzados por tres barcos de la Royal Navy británica a mediados del siglo XIX, en el contexto de la Guerra de Crimea, matando a varios monjes y destruyendo muchos tesoros del monasterio.
El cuarto día me despedí de mis amigos monjes y también de los peregrinos, sobre todo del bueno de Alexander, y proseguí el viaje con destino al monasterio de Kirillo-Belozersky, a seguir peregrinando por los monasterios de Rusia.