En Trento compré un billete de tren hasta Innsbruck, la capital del Tirol. La vista de los Dolomitas más el cruce de los Alpes fue algo espectacular. A primera vista Innsbruck, situada en medio del valle de Inn, me pareció una ciudad grata; estaba rodeada por las nevadas montañas de los Alpes que superaban los 2.000 metros de altitud.

En la Oficina de Turismo me aconsejaron cómo invertir ese día completo que iba a pasar en Innsbruck antes de viajar a Liechtenstein para pasar allí la noche. A pocos metros de esa oficina se encontraba la atracción turística número uno de la ciudad, el Goldenes Dachi, o Tejado Dorado, un edificio considerado el símbolo de la ciudad, y lo que ha propiciado que el Gobierno austriaco lo presente a UNESCO para devenir en el futuro un Patrimonio Mundial. Leí que era la fachada de ese edificio era la más fotografiada de toda Austria. Por una placa supe que la construcción finalizó justo el año 1500, cuando el emperador Maximiliano I se casó con la hija del duque de Milán. Desde el balcón presenciaban justas, festivales y saludaban al pueblo. Observé murales, relieves y numerosos azulejos que embellecían el balcón. Se le llamaba Tejado Dorado por las placas de cobre en una especie de toldo. Era bello. No sé si se podía visitar su interior. Hacía tanto frío (era el mes de enero) que me preocupé por buscar una cafetería para tomarme un café espresso bien caliente y tras ello me entretuve con otras visitas en esa pródiga ciudad.

Además de ese Tejado Dorado, advertí en Innsbruck un arco de triunfo de estilo romano dedicado a María Teresa de Austria, una basílica, iglesias majestuosas y edificios egregios. La iglesia más espectacular fue la Hofkirche (Iglesia de la Corte), albergando el cenotafio del Emperador Maximiliano I más 28 estatuas de bronce representando personajes históricos, como antepasados del emperador y héroes del pasado. Cuando comenzaba a oscurecer viajé en tren a Liechtenstein.