Ibiza (por Jorge Sánchez)
Ibiza es hoy una isla famosa por sus playas y su vida nocturna discotequera. En los años 60 del siglo XX era una escala de los jipis en su ruta hacia la India. Yo visité su capital, también llamada Ibiza, durante mi adolescencia, a finales de los años 60, y lo que más recuerdo de ese tiempo fue la visita que efectué al castillo en la parte alta de la ciudad, o Dalt Vila en la lengua balear. Desde allí arriba se disfrutaba de una vista espléndida de la ciudad y del mar Mediterráneo. Las murallas medievales se construyeron por orden de nuestro rey Felipe II para proteger la isla de los ataques moros. Ignoraba entonces que la forma de ese castillo sirvió como modelo para construcciones semejantes en las provincias españolas de América, por ello las fortalezas que visitaría en años posteriores en el continente americano, sobre todo en las islas caribeñas, me serían familiares gracias a haber visitado antes la de Ibiza. La ciudad de Ibiza data del tiempo de los fenicios, que la llamaron Bes, nombre de una de las deidades egipcias. La catedral, que fue erigida durante el siglo XIII sobre una antigua mezquita, se localiza precisamente allí en lo alto, en Dalt Vila, y también la visité.
Uno de los días de estancia en Ibiza, dos amigos de mi pueblo (Hospitalet de Llobregat) y yo tomamos un ferry para visitar la vecina isla de Formentera. Durante la travesía, que fue corta, admiramos unas islitas pertenecientes a Ibiza y Formentera que forman parte del Parque Natural de Ses Salines, donde se encuentran marismas y son habitadas por flamencos y otras aves. Al llegar a Formentera alquilamos unas bicicletas para explorar la isla y sus playas durante un día entero, desde el puerto hasta el otro extremo, un lugar llamado El Pilar de la Mola, y lo que más recuerdo de ese día fueron los faros, los lagartos y el increíblemente bello color azul de las aguas de sus playas.
Además de Dalt Vila, este Patrimonio Mundial de UNESCO comprende aún tres partes más, que son: las ruinas fenicias de Sa Caleta (que no conozco), la necrópolis cartaginesa de Puig des Molins (tampoco conozco), y el Parque Natural de Ses Salines, que sí conocí. Así pues tenía dos de cuatro. No está mal, y con sólo 15 años de edad.