Hebrón (por Jorge Sánchez)
En el año 1984 viajé por primera vez a Israel para conocer los lugares bíblicos y, siendo Hebrón una ciudad sagrada tanto para judíos, como musulmanes y cristianos, no podía dejar de visitarla. Estaba alojado en un albergue encantador dentro de la parte amurallada de Jerusalén, cerca de Damascus Gate, y cada día realizaba una excursión de ida y vuelta a algún lugar sagrado de los alrededores, como Belén, Jericó, Mar Muerto, diversos monasterios griegos ortodoxos, etc.
Una buena mañana me dirigí a la estación de autobuses y en menos de una hora alcancé la histórica ciudad de Hebrón. Aunque me paseé por el casco histórico, que encontré muy sugestivo y parecido al centro de Jerusalén por sus callejones angostos, mi objetivo primordial era el edificio milenario llamado Tumba de los Patriarcas, o Cueva de Machpelah por los judíos, y mezquita de Abraham (o Ibrahim) por los musulmanes. Hebrón representa para los israelitas el segundo lugar más sagrado de su religión (tras el Templo de Jerusalén), mientras que para los musulmanes Hebrón es la cuarta ciudad más querida (tras Meca, Medina y Jerusalén).
Adentro, en los subterráneos, vi las tres tumbas dobles conteniendo los cadáveres de Abraham con su esposa Sara, Isaac con Rebeca, y Jacob con Lea. Noté indiferencia y frialdad entre los judíos y los musulmanes, tanto en los controles de los soldados israelíes como entre los fieles de las dos religiones. Pero al notarme extranjero y, además, español, nacionalidad que tanto unos como otros adoran, me sonreían y me daban las gracias por visitar ese lugar sacro. Algunos judíos hasta me saludaban en español, lengua que dominaban, fuera por descender de sefaradíes o por haber nacido en Argentina. El exterior del monumento era austero, pero el interior te ponía los pelos como escarpias. A media tarde, tras comerme en la parte musulmana de Hebrón un plato de humus más un falafel y, de postre, un pastelillo moro a base de miel con un té, regresé complacido a mi hostal de Jerusalén.