Hasta siempre, Marianne
«Now so long, Marianne, it’s time that we began to laugh and cry and cry and laugh about it all again.» (Leonard Cohen)
Situada justo en el borde del Golfo Sarónico, Hydra es una pequeña isla de forma alargada a la que apenas unos pocos kilómetros separan de la costa del Peloponeso. Aunque podría pensarse que su nombre está relacionado de alguna manera con el homónimo monstruo mitológico de nueve cabezas que guardaba la entrada del inframundo hasta que Heracles consiguió acabar con su vida, la realidad es otra. Su denominación proviene del término hydrea, que significa manantial, lo cual no deja en cierto modo de sorprender al visitante pues el aspecto que presenta esta islita es considerablemente árido y pedregoso, dando la impresión de una evidente y prolongada carencia de recursos hídricos en su superficie.
Pero no cabe duda de que algo atractivo debía tener Hydra en el pasado, pues se han encontrado trazas de que este lugar estuvo poblado ya desde el Neolítico. Curiosamente, la isla no debió de vivir sus mejores momentos durante el periodo de esplendor helenístico, ni siquiera durante el desarrollo de la civilización bizantina, tan importante también en Grecia, ya que no queda en ella prácticamente ningún resto de estas épocas gloriosas para la cultura griega. El pasado de Hydra es, por tanto, un tanto atípico en el entorno en el que está inserta, donde las reminiscencias de estas etapas vitales en la historia del país heleno se encuentran a cada paso.
Alcanzó Hydra su cénit siglos más tarde y lo hizo debido a su situación estratégica, que la llevó a alzarse como un punto clave para la marina griega, tanto militar como comercialmente hablando. Por un lado estableció sólidos vínculos comerciales con los países vecinos, mientras que por otra parte fue clave para la independencia de Grecia. No en vano más de cinco mil soldados, protegidos por un número de navíos superior al centenar, se encontraban acantonados en la isla a finales del siglo XVIII. La población de Hydra se elevó hasta casi los treinta mil habitantes a resultas del boom económico vivido entonces, lo que es un número considerable si se tiene en cuenta que su superficie apenas llega a alcanzar los cincuenta kilómetros cuadrados.
Fue en esos años cuando los nuevos pobladores, llegados principalmente desde la Ática, comenzaron a establecerse en los alrededores del único puerto de la isla. A éstos los siguieron sus antiguos habitantes, hasta entonces radicados en un asentamiento denominado Kiafa, que se encontraba situado más al interior, sin contacto directo con la bahía. Así, una nueva población fue creciendo, con nuevas viviendas trepando poco a poco por la ladera de la colina, superpuestas unas sobre otras a la manera de terrazas. Como resultado, surgió una villa que empezó a ser denominada de la misma manera que la isla y que pasó a estar unida con ella mediante un vínculo indisoluble, pues es la única localidad de Hydra que puede considerarse como tal en la actualidad.
Cuando el ferry que nos llevaba desde el Pireo hizo su entrada en el resguardado puerto de Hydra me sentí como si estuviera en la arena de un inmenso anfiteatro, ante la imagen de sus casas encaladas formando lo que semejaban ser enormes gradas vestidas de un blanco inmaculado. Tan seductora imagen me hizo comprender de inmediato el sentimiento que llevó a virtuosos como Marc Chagall, Henry Miller o Leonard Cohen, aparte de innumerables artistas locales, a establecer su residencia en la isla a mediados del siglo pasado. Y es que debe ser realmente difícil resistirse a la magia que emana de este lugar, muy apropiado para creadores solitarios. Ha pasado mucho tiempo desde aquellos bohemios años, pero seguramente el espíritu de Marianne todavía sigue manifestándose en sus rincones.
Un post muy bonito que refleja a la perfección lo que la mención de Hydra evoca para muchos de nosotros. Yo soy muy fan de Cohen. Seguro que no es casualidad el post, me imagino que sabes que Marianne murió hace apenas un par de semanas:
https://elpais.com/cultura/2014/09/17/actualidad/1410970447_555183.html
Lo tenía escrito desde los tiempos del antiguo blog. Incluso la mención a Marianne estaba ya incluida. Tan solo he cambiado algún mínimo detalle y el título (el anterior era «La isla de los artistas»).
Leí la noticia sobre la carta que Cohen le envió antes de morir. Todo un detalle, creo que pocos músicos le habrían agradecido de esa manera su inspiración a quienes fueron sus musas.
Muchas gracias por tu comentario.
Uff, ¡qué bonito! Fui a Hydra y pensé en Cohen en cada momento. También yo, como Enepi, soy una gran fan de este artistazo, y So Long Marianne es una de mis canciones predilectas. Si es que todo es fantástico: Grecia – isla – Hydra – Cohen – música… Un sueño. ¡Buen post!
Más que Cohen me gusta Dylan, aunque no lo veo capaz de hacer con Shirley Noznisky, más conocida por Sara, un acto similar al del poeta canadiense con Marianne. Esta misma afirmaba en una entrevista hace un par de años que Cohen es la persona más honesta que había conocido y debe serlo, sin duda.
Coincido contigo en tus apreciaciones sobre Grecia, que solía ser mi país favorito en Europa y adonde fui varias veces al comienzo de mi vida viajera. Es un país que lo tiene todo, en mi opinión, y me gustaría volver algún día.
Muchas gracias por tus palabras.
Estoy contigo en que Grecia lo tiene todo. Me fascina. También quiero volver y pasar, si puedo, una temporada por allí. En cuanto a Dylan, me encanta, pero Cohen… ay… le tengo un gran cariño y mucha admiración tras verle en directo en una actuación en Barcelona en 2012. Un derroche de calidad, clase, entrega y saber estar. Un placer hablar contigo.
Lamentablemente, nunca pude ver a Leonard Cohen actuar en directo. Tampoco había visto a Bob Dylan hasta hace relativamente poco tiempo, pero por fin pude sacarme la espina.
Muchas gracias por tu comentario.