Grand-Bassam (por Alberto Campa)
Cualquier lugar de nuestro planeta, ya sólo por el hecho de haber sido nombrado por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad, debe requerir una especial atención para cualquier viajero. En estas tres semanas de viaje, conocía otros dos lugares con tan insigne reconocimiento pero mucho más naturales, como eran el marfileño Parc National de Comoé y la East Nimba Nature Reserve de Liberia, y ahora le tocaba el turno a la más urbana ciudad del Ancien Grand-Bassam. Ésta sería la primera capital de la colonia francesa de la Côte d’Ivoire allá por finales del siglo XIX, pero con esta ciudad se cebaron históricos trágicos sucesos, tanto en el pasado como en el presente. Los del más reciente presente los dejaré para siguiente relato, pero os puedo decir que donde me encuentro, la muerte se paseó sin pudor en el pasado y también hace pocos años.
Sería un virulento y mortal brote de fiebre amarilla, el que obligaría a desplazar a principios del XX, la colonia hacia Bingerville, cerca de lo que más tarde sería durante muchos años la gran capital de Abidjan, para actualmente ya ser Yamoussoukro. Y es que a los europeos no les sentaba nada bien, la densa vegetación costera con una interior laguna repleta de mosquitos, y con aguas quietas de muy poco calado. Sin embargo esta singular costa sí sería una gran defensa para las negras gentes de Côte d’Ivoire, que vieron como siglos atrás los traficantes de esclavos no podían entrar con sus barcos con facilidad, evitando que este fuera un gran centro negrero de reclutamiento forzoso de esclavos, como así lo fueron las otras costas de este Golfo de Guinea como Benín, Togo y Ghana, las cuales pude visitar en anterior viaje y que con alguna alusiva estatua como la de la beninesa playa de Ouidah, recuerdan ese muy «negro» pasado blanco que tanta pena me dio conocer.
Ya llegado a la Ancien Grand-Bassam, desayunaría en el célebre Hotel la Paillotte, donde un desplazado contingente militar de l’Armé Française disfrutaba de un día de reunión y comida con sus mandos. Aquí comprobaba que tanto soldados blancos como negros en bañador tenían un denominador común, quizás muy atractivo para las lectoras chicas, como era tener todo músculo y nada grasa. Después vería la ciudad, o más bien lo que queda de ella, ya que la gran mayoría de coloniales y elegantes edificios están hoy en día en ruinas. Así y todo, preciosa iglesia, edificio de artesanos y el muy bien conservado, hoy museo de la indumentaria de Costa de Marfil. A la tarde me iría a un rudimentario pero agradablemente atendido bar de playa, donde tomándome una cerveza me dejaron una destartalada hamaca de madera para tomar el sol y poder bañarme sin preocuparme por hurto de mis pocas posesiones de viaje. Varios vendedores se acercaban a ofrecer sus artesanales y bonitas mercancías, para las cuales yo no soy un ansiado comprador, pero que charlando un poco con ellos, rompían su habitual rutina. Casi todos marfileños, pero también un muy estudiando y preparado senegalés, que ya recorriendo varios países africanos, se ganaba la vida vendiendo libros de segunda mano.
Draman es de Cassamance, una bonita región del sur de Senegal, por donde Mónica y yo viajamos hace años, y zona por la que también una buena amiga nuestra con pareja gambiana, ha estado viajando no hace mucho. Estaría un buen rato en la playa hablando con Draman, porque no es muy habitual encontrarte con una persona tan inteligente, abogado de profesión, y que también trabajó como cooperante para ONGs en Libia, República Centroafricana o Burkina Faso. Ahora vende libros, pero sabe reflexionar bien de política, de relaciones internacionales y del problema de la migración africana a Europa. Nosotros no solucionaríamos nada en esta tarde, pero si que los dos conocíamos y coincidiríamos en la solución, que no es otra que ni la populista de rechazo extremo del actual gobierno italiano ni tampoco la muy populista entrada indiscriminada del actual gobierno español. Generalmente no todo es ni blanco ni negro, y la metáfora aquí es de lo más acertada para con el asunto en cuestión. Conozco bien África y siempre he manifestado, que el continente tiene suficientes recursos para alimentar y hacer vivir bien a sus pobladores, pero Europa debe ayudar con medios y dinero que llegue bien empleado hacia aquí, y evitar y combatir a las mafias de la inmigración ilegal hacia la no tan buena vida europea que muchos africanos imaginan.
Con un mar fuerte, playas salvajes y escasa gente en este larguísimo sablón, por terrorista motivo del que mañana os contaré, sentiría esa guapa sensación de libertad, que no habitualmente se tiene. Mi nueva cena, otra rica piña por 200 cfas, cerca del rudimentario Bar playa Chelsea y alojamiento austero esta noche en el Nouveau Grand-Bassam, para tirar la casa por la ventana al día siguiente, mi última noche en Côte d’Ivoire. A demain mes amis!
A veces da pena estar en lugares donde recuerdas ocurrieron no agradables cosas y en no muy pasados tiempos. La actual lacra del terrorismo internacional, y más en concreto la de radicales islámicos, hace que en cualquier parte del planeta la mala suerte te sorprenda sin poder hacer mucho. Tras el inicio de las guerras de Afganistán e Irak, con los atentados de principio de siglo de Al-Qaeda en Nueva York, en Madrid, Londres y un largo etcétera, y con los nuevos objetivos africanos de su rama del Magreb islámico, el mundo se hizo globalmente inseguro, o al menos sin total tranquilidad anterior.
Cuando viajaba este oeste de África en coche, cruzando varios países del Magreb, del Sáhara y el Sahel, siguiendo las huellas del último Dakar de África en 2007, ya comenzaban los primeros grandes atentados en las ciudades malienses de Toumboctu y Gao, que obligaban ya a cancelar algunas etapas de ese mítico rally, para finalmente suspenderlo definitivamente al año siguiente por la gran amenaza del terrorismo integrista. Volviendo de ese viaje, ya terribles noticias de asesinato de familia francesa que viajaba por la misma mauritana carretera por la que yo retornaba a casa, y en definitiva, toda la zona sahariana y saheliana, se convertía en zona muy insegura. Esa amenaza y esos atentados se fueron desplazando cada vez más al sur de África, teniendo malas noticias estos últimos años en otros lugares como Burkina Faso, Nigeria o Kenia.
Costa de Marfil, ya en el Golfo de Guinea, había tenido ya suficiente con su terrible guerra civil, pero una vez pasados esos años, y después de un periodo tranquilo, no se libraba tampoco de esos internacionales atentados y hace tres años, un comando terrorista armado con rusos Kalashnikovs entraba en esta playa de Grand-Bassam donde me encuentro y tiroteaba a todos los clientes del Hotel Étoile du Sud que estaban tranquilamente en las hamacas de su playa. Recordaréis que en la turística costa de Túnez también pasaba lo mismo así como después en el museo del Bardo.
En esta jornada pasaría mi última noche en Costa de Marfil, y tras dormir tantas noches en demasiado sencillas cutre camas, decidía alojarme en un mejor hotel de dos estrellas de esta playa para descansar antes de proseguir africano viaje hacia otro país, y que coincide ser vecino de parcela del Étoile du Sud. Así que bañándome en ese mismo mar, paseando por las mismas arenas y visitando las zonas de playa de ese desgraciado hotel, me viene constantemente a la mente las noticias en prensa y televisión de aquel fatídico día. Como veis en el recorte de El País que os comparto, fueron 16 las víctimas, 14 civiles y dos militares del comando que abatió a los terroristas. Después de las consecuencias mortales, también llegan las consecuencias turísticas, y a diferencia de lo rápido que se vuelve a la turística normalidad en occidentales lugares como Nueva York, Madrid, Barcelona, Niza o París, en estos países africanos como Túnez, Egipto o Costa de Marfil son años los que deben pasar para volver a la más alegre normalidad.
Así que estoy casi solo en el hotel, casi solo bañándome y casi solo paseando esta guapísima y gran playa, en la que la mayoría de los hoteles aún se están intentando recuperar después de casi tres años. Charlado un poco con la dueña, que resulta ser norteamericana del estado de Illinois, casada en su día con un marfileño, y hoy en día tirando del carro con precioso pero ya no tan fértil alojamiento. De los pocos extranjeros alojándose aquí, conversaría con simpática pareja compuesta por un libanés y su novia marroquí de Casablanca.
Y cuando parece que eres el único hispánico en este actual paraíso vacacional, por la playa dos blancas acompañadas de séquito negro, que resultan ser dos barcelonesas, una anteriormente casada con un marfileño y otra casada con un camerunés. Muy simpáticas se me sinceraban:
– Ya no conservamos maridos, pero al menos seguimos viniendo a ver a sus familiares, que nos siguen queriendo con locura.
No serían las únicas ibéricas que me encontraría, porque la casualidad a veces es sorprendente y al día siguiente me encontraría hablando muy contento con otro gran viajero andorrano que recorre también en viaje estos países. Desde el precioso y tranquilo Coral Beach Hotel, al justito lado del más caro y elegante pero malogrado hotel Étoile du Sud, un abrazo para todos.
La vida siempre sigue, en todos los lugares y a pesar de las malas cosas de la raza humana. Ojalá nunca nos pillen de cerca en el tiempo. Siempre digo que nuestras vidas son casuales coordenadas de espacio y tiempo. A veces uno está donde pasó o pasará algo, y otras veces al mismo tiempo de algo trágico, la noticia le entristece en su casa. Baguette rellena de callejera tortillina de tomate que ceno en la calle, y os puedo asegurar que si algún día os queda fuera de la nevera u os caduca la mahonesa, no os va a pasar nada por comerla, ya que la de veces que me la llevan untando en mi bocadillo esa blanca salsa, después de haber pasado todo el caluroso día al sol en su envuelta bolsina de plástico, y sin tener síntoma alguno parecido a la salmonelosis, quiere decir que a veces en nuestra más segura Europa, como también pasa con los tan caducados yogures, nos pasamos de precavidos. De momento por aquí sigo mes amis, encantado de relataros cada día lo bueno y lo menos bueno de la historia de tan sorprendentes y guapos lugares terrestres.