Graduados en ilusión
No es fácil explicar el fenómeno por el cual quince personas cuyas edades varían desde los tres hasta los setenta y ocho años, de procedencia muy diversa y que la mayoría apenas se conocen entre ellas, deciden un día juntarse para compartir una pasión que los une, ese hilo vital que todos llevan dentro de sí. Más fácil de entender sería el hecho de que, puesto que ese denominador común que los identifica está relacionado con la capacidad de descubrir nuevos lugares y de asombrarse ante diferentes formas de vida, el lugar que eligen para expresar sus puntos de vista, sus ilusiones y deseos esté situado a bastante distancia de su residencia habitual. Algo que, a la vista de su innata capacidad de movimiento, no solo no les molesta para nada sino que incluso resulta un aliciente más para ellos.
Quizás nunca hubiera visitado Cambridge si este lugar no hubiera sido elegido para un encuentro entre participantes en un foro de viajes y sus allegados. Y realmente habría sido una pena, pues esta ciudad inglesa, conocida en todo el orbe por la calidad de la enseñanza que se imparte en su Universidad, me resultó realmente interesante y atractiva. En sus calles se respira un agradable ambiente estudiantil, que me recordó ligeramente al de algunas ciudades de tradición universitaria en España, como Salamanca, con la que no por casualidad esta villa está hermanada. Y sus antiguos edificios, de aspecto indiscutiblemente gótico muchos de ellos, guardan entre sus muros una larga historia, aderezada con múltiples leyendas al más puro estilo británico.
Las estrellas en Cambridge son sus colleges, donde se imparten todas las materias que conforman el saber que el ser humano ha ido adquiriendo a lo largo del tiempo y que compiten entre ellos para ver donde la enseñanza alcanza un mayor nivel. Los más conocidos son el trío formado por King’s College, Saint John’s College y Trinity College, aunque no hay que dejar a un lado otros como el Magdalene College, de una calidad indiscutible tanto por los conocimientos impartidos como por el impresionante edificio del siglo XV que lo aloja. Aproximadamente en la misma época fueron fundados los tres anteriores, que en sus recintos guardan joyas arquitectónicas como la capilla gótica del Saint John’s, la aún más espectacular del King’s, auténtico emblema de la ciudad, o la Torre del Reloj del Trinity. Sin olvidar el curioso Puente de los Suspiros, que une dos edificios del Saint John’s College y es así denominado por el parecido con su homónimo veneciano.
Puede presumir Cambridge de que en sus colleges ha estudiado la flor y nata del conocimiento mundial, en materias que van desde las leyes a la física, pasando por la biología, la literatura, las matemáticas, la astronomía o la medicina. Físicos como Isaac Newton, economistas como John M. Keynes, escritores como Lord Byron, biólogos como Maurice Wilkins, naturalistas como Louis Leakey, políticos como Nehru, incluso grandes actores como Derek Jacobi han pasado por sus aulas. Se da el curioso caso de que el prestigioso Stephen Hawking, natural de Oxford, ha cursado la mayor parte de su carrera profesional en Cambridge, con la que su villa natal mantiene una bien conocida rivalidad tanto en la calidad de su enseñanza como en sus famosas competiciones de regatas. Un dato que prueba el excelso nivel educativo que aquí existe es que solo el Trinity College ha tenido por alumnos a treinta y dos Premios Nobel, más que ningún estado exceptuando Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Francia.
El deporte más popular en Cambridge es el denominado punting, que consiste en embarcarse en un barco de fondo plano, al que se conoce como punt, y avanzar con la ayuda de una pértiga. Con ella se impulsa la embarcación mediante el efecto palanca que se obtiene al clavarla en el suelo del poco profundo río Cam, que dio nombre a la ciudad. Probablemente del punting proviene la tradición remera de los estudiantes de Cambridge, que aventajan a la rival Oxford en sus enconadas competiciones anuales por ochenta y dos victorias a setenta y nueve. Esos mismos estudiantes son quienes inician a los visitantes en este deporte tradicional, proporcionando valiosas informaciones sobre la población durante el recorrido. No faltan en ellas muestras del inteligente humor británico, como la que sostiene que cuando el Príncipe Carlos estudió en el Trinity College, los profesores dejaron participar en los exámenes finales a su guardaespaldas, puesto que había asistido a todas las clases junto a su protegido. Y a nadie resultó extraño, por descontado, que aquel obtuviera mejores resultados en las pruebas que éste. No necesitamos los asistentes al encuentro de ningún tipo de examen para certificar que todos estábamos ya graduados en ilusión por viajar y aprender cosas nuevas de los sitios que visitamos. Tal y como ocurrió en esta encantadora villa universitaria.
Debió ser un encuentro bonito, desde luego. No conozco la ciudad pero supongo que se parecerá, en ambiente y urbanismo, a su «hermana» Oxford, que la visité hace relativamente poco y me pareció muy interesante.
Espero poder visitar Cambridge algún día y practicar el punt.
Lo pasamos bien, sí. Aunque es curioso ver como evolucionan las personas con el paso del tiempo, algunas a mejor y otras a peor.
Yo la que no conozco es Oxford, pero a la vista de tus fotos y lo que cuentas en tu post deben ser dos ciudades de ambiente similar. Me ha hecho gracia que Oxford también tenga su propio Puente de los Suspiros, conociendo un poco a los ingleses seguro que hacen apuestas a ver cual de los dos es más atractivo. Debo admitir que cuando era pequeño y veía la regata prefería que ganara Oxford, pero desde que visité Cambridge me he convertido en forofo de ésta.
Si algún día vas a Cambridge te gustará, a mí me sorprendió mucho, para bien.
Muchas gracias por tu comentario y un abrazo.