Según los expertos uno de los diez volcanes más activos del Planeta, el Volcán Arenal está localizado en el corazón de Costa Rica, a unos cien kilómetros al noroeste de la capital del país, San José. En estado latente desde antes de la llegada de los españoles a la zona, era considerado simplemente un cerro de mediana altura por los locales, desconocedores de su poderosa fuerza interior. Hasta que un buen día de 1968 la hasta entonces tranquila montaña comenzó a desperezarse y salió de su letargo con una poderosa erupción, que destruyó alguna que otra localidad situada en sus alrededores acabando con la vida de casi cien personas. Desde aquel día el volcán no ha cesado su actividad y nadie sabe si en el futuro volverá al profundo sueño que lo caracterizaba.

Esta parte de Costa Rica, conocida como Valle Central, comprende las localidades más pobladas del país. Más que un valle es una meseta relativamente plana, aunque salpicada aquí y allá por diversos volcanes, elementos constituyentes de la cadena montañosa que divide toda América Central en dos mitades. Famoso entre los ticos por su clima templado, el Valle Central no carece de espacios protegidos, tan numerosos en este país, aunque buena parte de su territorio está dedicado al cultivo, principalmente de café. A pesar de que este producto ha ido decreciendo su importancia para la economía costarricense a la vez que la ha aumentado el turismo, todavía es frecuente encontrarse con numerosas plantaciones por la zona, de características climáticas ideales para su desarrollo.

Situado a una altitud considerable, el pueblo de Zarcero suele pasar desapercibido entre los visitantes del Valle Central, más interesados en alcanzar la cima de volcanes extinguidos que se levantan en las inmediaciones, como el Poás o el Irazú. Pero esta localidad que, a pesar de sus poco más de cuatro mil habitantes, tiene el título de ciudad no carece de atractivos. Destaca la iglesia de San Rafael, una de las más sugestivas en un país no demasiado abundante en edificaciones, ni civiles ni religiosas, de interés. Y de lo más curioso resulta el Parque Francisco Alvarado, donde un ingenioso jardinero ha ido podando los setos en forma de animales y de monumentales arcos a lo largo de las últimas décadas.

El área que rodea al Volcán Arenal es considerablemente agreste y se caracteriza por su enorme biodiversidad, tan abundante, ésta sí, en Costa Rica, debido a lo cual la montaña y su entorno han sido protegidos bajo la figura del Parque Nacional Volcán Arenal. De hecho, el mismo volcán está cubierto por una vegetación casi impenetrable, que complicaba sobremanera el ascenso a su cima incluso antes de la erupción. Algo que no importaba en demasía a los pacientes ticos, que veían su vida pasar tranquilamente a la vera del cerro. La zona custodiada comprende también un segundo volcán, el Cerro Chato, que lleva apagado más de tres mil años y parece que no da síntomas de un posible despertar, al menos por el momento.

No hubo suerte aquel día y la habitual nube que frecuentemente cubre su cúspide nos impidió por completo ver la lava que desprende el Volcán Arenal. No obstante, las aguas del río Tabacón, que bajan raudas por la ladera de la montaña a una temperatura superior a los treinta y tres grados, son la prueba de que algo se cuece allá arriba. A falta, por consiguiente, de las impresionantes vistas del magma tiñendo de anaranjado intenso la cima del volcán, al menos pudimos disfrutar de un relajante baño en las aguas termales que llegan hasta su base. No hay prisa, si su actual actividad dura tanto como lo hizo su inactividad en el pasado, tendremos tiempo algún día de disfrutar del fascinante espectáculo que supone su cono casi perfecto iluminando la tranquila noche tica.