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Armenia

Fruta prohibida

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«Y reposó el Arca en el mes séptimo, a los diecisiete días del mes, sobre el Monte Ararat» (Génesis 8:4)

Debe ser realmente duro para un pueblo el hecho de tener su símbolo nacional en territorio hostil, sin la más mínima posibilidad de acercarse a él siquiera. Si además está tan cercano que casi podría acariciarse con los dedos y todos los esfuerzos de aproximación hasta tan ansiado distintivo son vanos, el sentimiento resultante será cuando menos de desazón. Y si, por otra parte, el mencionado emblema no es algo etéreo sino que se trata de una montaña de una altitud considerable y que ocupa una amplia extensión de terreno, la sensación de estos ciudadanos, que en casi su totalidad pueden divisarlo en el horizonte al abrir las ventanas de su casa cada mañana, seguramente es de auténtica frustración.

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El Monte Ararat es un colosal promontorio que surge casi de la nada en una meseta desprovista de elevaciones a su alrededor. En realidad, se trata de un macizo montañoso que culmina en dos picos: el Gran Ararat, que se eleva por encima de los cinco mil metros, y el Pequeño Ararat, que alcanza casi los cuatro mil. Eje tradicional de la civilización armenia, que se desarrolló prácticamente en su falda y fue extendiéndose hacia los cuatro puntos cardinales hasta abarcar un amplio territorio, el destino o quizás la estupidez humana consiguieron que en la actualidad no forme parte del estado independiente de Armenia, para cuyos integrantes esta montaña es un componente vital en su idiosincrasia nacional.

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La masiva silueta de este majestuoso volcán domina el cielo de Yerevan, la capital del estado armenio, situada en una llanura a la que se conoce también con el nombre de Ararat. No es la única acepción que presenta esta palabra pues también hay un pueblo, situado cerca de la montaña, que recibe esta denominación. Se nombra de igual manera a la región del país más cercana a sus laderas. Así se llama también el brandy local más famoso, que a principios del siglo XX dejó tan agradablemente sorprendidos a los franceses que hasta permitieron a sus productores usar legalmente la palabra cognac para referirse a él. Ararat es seguramente la palabra más pronunciada por cualquier armenio a lo largo de su vida y una imagen del anhelado monte ocupa un lugar predominante en el centro del escudo nacional.

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Fuera de Armenia, el Monte Ararat es conocido fundamentalmente por la mención que a él se hace en el Génesis como el lugar donde el Arca de Noé encalló tras el diluvio. A lo largo de los siglos han surgido muchas teorías al respecto y son numerosos los investigadores que han llegado hasta el macizo siguiendo los pasos de tan legendaria embarcación, parece ser que sin resultados positivos por el momento. Aunque una expedición de científicos chinos a la zona aseguró hace unos años haber encontrado una estructura de madera, que según afirmaron correspondería al Arca, e incluso distribuyeron fotos de ella. Sea esto cierto o no, lo que resulta indudable es que el pueblo armenio está absolutamente convencido de que Noé tocó tierra en este lugar para ellos sagrado.

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El río Araks marca la frontera que separa a todo un pueblo de su identidad nacional. Aunque se trata de una corriente de agua de recorrido considerable, los rigores del estío lo asemejaban a un simple arroyo cuando me acerqué a su orilla una tarde de agosto. A pesar de la bruma veraniega, que dificultaba un tanto su visión, la inmensa mole del Ararat, con su cumbre parcialmente nevada, parecía estar al alcance de mi mano. Para evitar tentaciones, unas vallas metálicas probablemente electrificadas y unas torres de observación estratégicamente situadas impiden cualquier intento de aproximación a su deseada imagen. Que por el momento es fruta estrictamente prohibida para una nación que jamás renunciará a ella porque, a pesar de todo, el Monte Ararat sigue allí. Tan cerca y a la vez tan lejos.

4 COMENTARIOS

  1. Muy interesante el artículo. Tengo muchas ganas de conocer Armenia, sus monasterios, Yerevan y por supuesto contemplar el Ararat. Era una opción de destino 2016, al final ha ganado Bulgaria, pero sigue entre nuestras quinielas.

    • Bueno, Bulgaria no está mal tampoco. Aunque particularmente con Armenia tengo cierto vínculo emocional que me hace sentirme muy cercano a este pueblo y su cultura. En pocos países he tenido las sensaciones que tuve en territorio armenio, especialmente a la sombra del Ararat.

      Muchas gracias por tu comentario.

  2. Muy bonito el post Floren. Al parecer, cuando el famoso general romano Lucio Licinio Lúculo conquistó Armenia en una campanha que dio un botín absolutamente fabuloso, sus orgullosos soldados vieron el monte Ararat y le dijeron algo así como: «Iríamos a las mismas puertas del Hades por ti, general, pero no subiremos esa montanha», convenciéndole para que se diera la vuelta. Regresaron a Roma poco después.

    • Gracias por compartir esa anécdota, que desconocía totalmente. Cada vez tengo más claro que en torno a las famosas legiones romanas hay mucha leyenda pero la realidad debe ser muy otra. Otro caso es el del río del Olvido, al parecer el actual río Limia en Orense, que se negaron a cruzar porque pensaban que se les borrarían los recuerdos. Tuvo que ser su propio general, Decimo Junio Bruto, quien lo vadeara primero para hacerles comprender que no ocurría nada. Al parecer, los ejércitos no han evolucionado mucho desde hace más de dos mil años.

      Muchas gracias por tu comentario y un abrazo.

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