Expoliando, que es gerundio
Hasta donde alcanza mi memoria, una especie de autoimpuesta ley del silencio impera con respecto a la ruina y el expolio tradicionalmente sufridos por el patrimonio de Valencia de Alcántara. Bien sea por omisión, por dejadez o en un intento de evitar herir susceptibilidades nadie se ha atrevido a denunciar estas prácticas, muy evidentes para cualquiera que haya tratado de informarse al respecto. Debido a la acción de los buscadores de tesoros o simplemente a quienes obtienen placer con el hecho de destruir, el vasto conjunto patrimonial que alberga el municipio valenciano-alcantarino se encuentra en un estado, si no deplorable, al menos decadente. Y creo que ya va siendo hora de tomar medidas al respecto.
Como era de esperar, el extraordinario conjunto de dólmenes local se encuentra en primera línea de fuego. Numerosos ortostatos, incluso dólmenes enteros, han sido destruidos con el pretexto de ser un estorbo para realizar tareas agrícolas; algunos de sus componentes fueron reutilizados para componer muros de delimitación; incluso hay casos de elementos adaptados como chozos o zahúrdas. Hace unos años, un dolmen en excelente estado de conservación, el denominado Zafra III, fue vergonzosamente pintado por unos grafiteros aficionados. Ni sus autores hicieron frente a pena alguna ni nadie de la Junta de Extremadura se dignó a limpiar las pinturas, que desaparecieron simplemente con el paso del tiempo. Por no hablar del expolio al que han sido sometidos los ajuares, desaparecidos para siempre la mayoría de ellos, formando parte de archivos particulares otros o expuestos en museos de Cáceres o Portugal unos cuantos. La excepción que confirma la regla es el ajuar del dolmen Lanchas I, orgullosamente expuesto en el Centro de Interpretación de Valencia de Alcántara.
No se quedan atrás los restos romanos hallados en diferentes sitios arqueológicos dispersos por el término municipal. Especialmente en el denominado Sesmo del Sever, donde algunos autores llegaron incluso a situar un asentamiento denominado Julia Contrasta. ¿Qué ocurrió con todos los vestigios hallados en ese misterioso yacimiento, si es que alguna vez llegó a existir? ¿Dónde se encuentran los mosaicos descubiertos en la villa de Torre Albarragena? ¿Qué fue de las evidencias extraídas en otras presuntas villas localizadas en lugares como El Espadañal, Puente Caída, Cortijo del Paje o Puerto Roque? Actualmente, tan solo un número muy reducido de restos se exponen en la sala del Centro de Interpretación dedicada a la herencia romana del municipio.
Un caso paradigmático de la destrucción y el despojo a los que se ha visto sometido el patrimonio valenciano-alcantarino lo constituye el de la desgraciada ermita de Valbón. Abandonado a su suerte, despojado de todos sus bienes, el templo ha sufrido una agresión constante que lo ha llevado a su lamentable estado actual. No solo por parte de los elementos, sino en su mayoría debida a la acción humana. Según exponen los historiadores Bartolomé Miranda Díaz y Dionisio Á. Martín Nieto en su obra El Patrimonio Artístico de Valencia de Alcántara, a finales del siglo XIX todavía se encontraban en la ermita la imagen de Nuestra Señora de Valbón y otras dos tallas. Poco después, la figura de la Virgen titular fue transferida al convento de Santa Ana, donde estaba ubicada hacia 1910. Desde entonces, nunca más se supo de ella.
Los arriba descritos son tan solo algunos ejemplos de los estragos y el saqueo que han estado a punto de dar al traste con el patrimonio de Valencia de Alcántara. No son los únicos. Los negativos efectos de la desamortización de Mendizábal sobre los conventos locales; la destrucción de la magnífica Fuente de la Dehesa; o la vergonzosa remodelación sufrida por La Plaza, partida en dos por una calle y ocupada en uno de sus laterales por una edificación horrenda, son otros casos sangrantes. Fósiles, bifaces, cerámicas, monedas, basamentos de columnas, capiteles, estatuas, hurtados sin rubor y almacenados en colecciones privadas o archivos particulares. Lamentablemente, la mayoría de estas actuaciones, algunas de las cuales podrían considerarse delictivas, son irreversibles, pero otras aún tienen vuelta atrás. ¿Veremos algún día el Centro de Interpretación de Valencia de Alcántara convertido en un museo de verdad gracias a donaciones de personas anónimas? Difícil, pero no imposible.