Evocaciones del medievo
Hace más de seiscientos años, una familia de adinerados mercaderes vendió una de sus propiedades en la entonces medieval villa de Frankfurt al consistorio de la ciudad, que al parecer necesitaba una sede de mayores dimensiones para sus actividades. Puesto que el apellido de aquellos era Römer, que significa romano en alemán, como tal comenzó a ser conocido el edificio adquirido, que ha venido ejerciendo las funciones de Ayuntamiento local casi ininterrumpidamente desde entonces. A lo largo de los siglos, lo que era una única construcción fue ampliándose con diferentes anexos, llegando a constituir un complejo de hasta once edificaciones. La casa Römer en sí está formada por tres unidades de similares proporciones, cuyo llamativo aspecto las hace ser uno de los principales objetivos para los visitantes de esta villa teutona.
Quizás debido a su tradicional importancia como centro de la actividad económica germana, Frankfurt fue el principal objetivo para la aviación aliada durante aquellos dramáticos años en los que tuvo lugar la Segunda Guerra Mundial. La destrucción causada fue de tales proporciones que la villa quedó completamente arrasada y tuvo que ser levantada prácticamente de cero. Edificios emblemáticos, como la luterana iglesia de San Pablo, sufrieron daños tan graves que su aspecto actual tras la reconstrucción difiere considerablemente del que tenían antes de la catástrofe. Incluso la catedral católica de San Bartolomé, templo gótico del siglo XIV, resultó seriamente afectada y hubo de ser reformada, aunque por suerte su torre sigue compitiendo en altura con los rascacielos que proliferan hoy día en la ciudad.
Al viajero que hasta Frankfurt llega suele asaltarle la sensación de que esta villa tan castigada ha renacido de sus cenizas cual ave fénix. La mejor prueba de ello quizás esté en la plaza antes conocida como Samtagsberg, que más tarde paso a denominarse Römerberg en honor a su edificio más ilustre. Enfrente del Ayuntamiento se sitúa una hilera de edificaciones de aspecto medieval, a las que los locales se refieren como Ostzeile. Profusamente decoradas con diversos colores y esos entramados de madera tan característicos de Europa Central, constituyen una de las estampas más bellas y pintorescas, no ya solo de la ciudad sino quizás de toda Alemania. A pesar de que también hayan tenido que ser reconstruidas, a imagen y semejanza de sus predecesoras que ocupaban idéntico lugar en el medievo.
A unos doscientos kilómetros al noroeste, la localidad de Aquisgrán muestra al visitante la catedral más antigua de Europa. Su germen, la famosa Capilla Palatina, ejerció de antecesora de la catedral de Frankfurt como lugar de coronación de los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico. En sus alrededores se fueron agregando con el tiempo diferentes añadidos, hasta llegar al aspecto un tanto ecléctico que el templo ofrece en la actualidad. Carlomagno sentía auténtica devoción por esta ciudad y fue quien ordenó la construcción de la mencionada capilla, como lugar de culto junto al palacio que poseía en la villa. Desaparecido éste, la iglesia se integró en la actual catedral y allí se conservan tanto el trono como el sarcófago del insigne emperador carolingio.
Precisamente en el lugar donde estaba situado el palacio de Carlomagno, ya destruido allá por el siglo XIV, los ciudadanos de Aquisgrán decidieron levantar la construcción que allí puede verse hoy día, que desde entonces ha venido ejerciendo el papel de Ayuntamiento de la villa. Esta edificación no sufrió los rigores de la Segunda Guerra Mundial pero fue seriamente afectada por algunos incendios en el pasado, debido a lo cual hubo de ser reconstruida ya en el siglo XVIII. Por suerte, sin llegar a perder un ápice de su impresionante aspecto gótico, con algunas pinceladas barrocas. Y, al igual que su homónimo de Frankfurt, aún sigue ejerciendo el papel de consistorio que les fue adjudicado ya en aquellos difíciles tiempos medievales, de cuya memoria dan fe con una venerable a la vez que muy atractiva presencia.