Única ciudad del mundo que comparte territorio en dos continentes, Estambul es una metrópoli de larga e interesante historia. Fundada como Bizancio por los griegos en el siglo VII a.C., inicialmente estaba situada tan solo en el lado occidental del Bósforo, es decir, en Europa. Pronto se convirtió en capital de Tracia y así se mantuvo durante algunos siglos. En el siglo I a.C. llegaron hasta allí los romanos y la población fue ampliándose poco a poco, hasta que en el año 330 fue convertida en capital del Imperio Romano por el emperador Constantino y pasó a ser denominada Constantinopla. La ciudad seguía estando tan solo en el lado oeste del Bósforo, aunque extendida ya al otro lado del Cuerno de Oro, como se conoce a un estuario allí localizado. En 1453 fue conquistada por los otomanos y se convirtió en sede del califato. Su crecimiento continuó imparable y comenzó a desarrollarse hacia el este, extendiéndose a territorio asiático. En esa época formaba parte de la denominada Ruta de la Seda, debido a la producción de seda y su comercio en la zona. Durante varios siglos siguió siendo conocida como Constantinopla, hasta que en la segunda mitad del siglo XIX se hizo oficial el nombre de Estambul, término procedente del griego que significa en la ciudad. Debido a todos estos avatares, el centro histórico de la localidad se ciñe a territorio europeo y muestra numerosos puntos de interés. Los más valorados habitualmente se encuentran en el entorno de la plaza de Sultanahmet, donde se ubican Santa Sofía, que incluye excelentes muestras de la caligrafía denominada Hüsn-i Hat, y la Mezquita Azul. Desde el establecimiento del estado turco en 1923, Estambul perdió la capitalidad en favor de Ankara, pero su importancia no declinó, más bien al contrario. En la actualidad, sus habitantes superan los quince millones y es la urbe más poblada y cosmopolita de Turquía. Entre sus muy variadas tradiciones hay que mencionar la denominada cultura del çay y la práctica musical del mey, sin olvidar el conocido como Tezhip ni la artesanía de la incrustación de nácar.