Nacido en la pedanía murciana de Era Alta, cuna que comparte con el reconocido imaginero Roque López, Antonio Campillo se sintió atraído por el arte desde su más tierna infancia. Tanto insistió que sus padres no tuvieron más remedio que llevarlo al taller de Juan González Moreno, autor entre muchas otras obras del monumento al Cardenal Belluga situado en la glorieta de España de Murcia, donde ingresó como aprendiz cuando apenas despuntaba su pubertad. Con apenas veinte años marchó a Madrid para pulir su técnica y poco después comenzaba una vasta producción artística que no cesaría hasta su fallecimiento, ocurrido en mayo de 2009 a la edad de ochenta y dos años.

A pesar de residir durante buena parte de su vida en Córdoba y en Madrid, poblaciones donde ejerció como catedrático de la Escuela de Artes Aplicadas, Campillo nunca olvidó su tierra. En Murcia fue miembro fundador de la Real Academia de Bellas Artes y al final de su vida fue nombrado hijo predilecto de la ciudad, así como doctor honoris causa por la Universidad de Murcia. También estuvo muy ligado a la vecina localidad de Ceutí, de la que era hijo adoptivo y donde tiene dedicado el interesante Museo Antonio Campillo, que alberga cerca de setenta esculturas y unos cuarenta dibujos de su autoría. Varias de sus obras pueden verse también en las calles de la capital murciana, entre ellas la magnífica estatua del dios Mercurio que preside la plaza de San Bartolomé.

Campillo destacó tanto en el ámbito religioso como en el profano, realizando numerosos encargos referentes a ambas temáticas. En el primero se encuentran diversas tallas, entre las que destaca una Inmaculada para el Colegio de los Capuchinos de Murcia y una Virgen de la Soledad para la cofradía murciana de Los Coloraos. En cuanto al segundo hay que mencionar la estatua A la Madre, sita en la población cacereña de Jarandilla de la Vera; un busto en bronce del poeta nicaragüense Rubén Darío, ubicado en la murciana Plaza de la Cruz Roja; Monumento al Nazareno, que puede verse en la glorieta de España de Murcia; y, especialmente, dos cautivadoras ninfas que despliegan sus encantos en la Fuente del Nacimiento del Agua, localizada en la madrileña Plaza de España.

La temática en torno a la cual gira toda la obra de Campillo es la figura femenina. Aunque en sus inicios cultivó especialmente la imaginería religiosa, desde mediados del siglo XX fue evolucionando hacia un lado más laico y comenzó a realizar numerosos desnudos. Su visión del cuerpo femenino también sufrió un proceso evolutivo, pasando de representaciones más gráciles y estilizadas, como las mencionadas ninfas madrileñas, a otras menos esbeltas en las que el autor muestra un ideal de la mujer habitante del medio rural y generalmente entrada en años. Mención especial merecen sus figuras de ciclistas, entre las que sobresalen La Ciclista, situada en la población de Ceutí, y Venus en bicicleta, que pedalea junto al Palacio Almudí de Murcia.

Como si viera cercano el final, Campillo incrementó su producción artística de manera casi exponencial durante sus últimos años de vida. Sintiéndose querido por sus paisanos, que le prodigaron numerosos reconocimientos en forma de exposiciones, desarrolló una incesante labor hasta el fin de sus días. Diversas obras, legadas por él mismo en vida al Ayuntamiento de Murcia o donadas por sus descendientes tras su fallecimiento, se exponen desde 2010 en el denominado Parque Escultórico Antonio Campillo, interesante museo al aire libre localizado al final de la murciana Avenida Europa. Allí, entre otras, se exponen La Garza, La Cigarra, La Cansera y Mujer pechugona en la hamaca, como homenaje a esa mujer huertana a la que Antonio Campillo tanto admiró.