…una pareja de novios que se sentía al borde de la desesperación en una calle de Madrid un frío día de enero. El atasco en el centro de la ciudad era monumental aquella mañana y el taxi que los llevaba al Registro Civil, donde iban a contraer matrimonio, se retrasó tanto que la hora prevista para la boda estaba a punto de alcanzarse. ‘Como no lleguemos a tiempo, me temo que no nos casan y tendremos que empezar los trámites de nuevo’, comentó él. ‘Horror’, contestó ella, ‘entonces tendré que volver a mi país’. Al percatarse de que no estaban demasiado lejos de su objetivo y comprobar que el vehículo casi no avanzaba, el novio le pidió al conductor que parara. Pagaron el coste de la carrera y echaron a correr hacia el edificio, al que llegaron justo a tiempo para la ceremonia.

Por cuestiones laborales, tan solo podían disponer de una semana para disfrutar de la ansiada luna de miel. Ambos eran ya viajeros relativamente expertos y, a diferencia de la mayoría de las parejas en situación similar, no les entusiasmaba la idea de pasar esos días tumbados en la playa, así que decidieron visitar la isla de La Palma. Buen tiempo, bonitos paisajes y tranquilidad, no buscaban mucho más. Dicho y hecho, la mañana siguiente aterrizaban en el aeropuerto de ésa que los canarios conocen como isla bonita. Nada menos que el lugar del mundo donde se encuentran las montañas más elevadas en relación con su superficie, que alcanzan casi dos mil quinientos metros en un área que supera por muy poco los setecientos kilómetros cuadrados.

Como no tenían muy buenas referencias de Santa Cruz, la capital de la isla, optaron por alojarse en Los Llanos de Aridane, localidad situada hacia el oeste, muy cerca de la espectacular Caldera de Taburiente. Aunque se trata de la segunda población de La Palma en cuanto al número de habitantes, no deja de ser un lugar sumamente tranquilo, donde la vida transcurre a un ritmo tremendamente pausado en comparación no ya solo con las megaurbes de la Península sino también con la cercana Tenerife. Presume además esta población de una ubicación privilegiada, junto a las enormes montañas que bordean la Caldera y no lejos de la playa de Naos, una de las pocas que pueden verse en una isla tan volcánica como ésta.

Se puede asegurar sin ningún género de dudas que La Palma es un paraíso para los senderistas. La Caldera de Taburiente es un lugar tan especial que no resulta fácil de describir. Se trata de una especie de olla gigantesca, tan enorme que la diferencia de altura entre su punto más elevado y su más profunda depresión se acerca a los dos mil metros, con una única salida hacia el mar, el impresionante Barranco de las Angustias. Se puede acceder a ella desde el llamado Mirador de la Cumbrecita, que ya impacta de por sí al presentar una caída de casi mil metros, con fabulosas vistas hacia el interior de la caldera. Una vez dentro de ella conviene ir con cuidado pues no es difícil perderse o incluso sufrir algún tipo de accidente en alguna sima.

Otro lugar impactante en La Palma es el llamado bosque de Los Tilos, uno de los pocos reductos de laurisilva que aún se conservan en el Planeta. Los recién casados se acercaron a dar una vuelta en tan asombroso lugar, rodeados por un silencio embriagador y una exuberante vegetación de helechos gigantes, laureles y otras especies vegetales que casi llegan a impedir el paso de la luz en algunas zonas. Y para concluir su luna de miel decidieron llegar hasta la punta sur de la isla, donde se encuentra el volcán Teneguía, protagonista de una erupción volcánica ocurrida en el año 1971 que incrementó en aproximadamente dos kilómetros cuadrados la superficie palmera. Se cumplen hoy diecinueve años desde el comienzo de estos hechos y aquella pareja de novios que corría desesperadamente por las calles de Madrid para llegar puntuales a su cita con el destino ha gozado de una relativa felicidad. O al menos eso me ha asegurado quien me contó esta historia.