La capital de Burkina Faso, cuyo nombre completo es Ouagadougou aunque sus habitantes suelen referirse a ella como Ouaga, está situada justo en el centro de este país de África Occidental, tiempo atrás conocido como Alto Volta. Localidad de escaso interés turístico, el mayor atractivo de Ouaga para el viajero estriba en la posibilidad de entrar en contacto con sus ciudadanos y compartir con algunos de ellos un rato de agradable conversación disfrutando de su animada vida nocturna. Gente amigable como poca, los burkineses suelen ser hospitalarios y abiertos con el visitante, al que no dudan incluso en mostrarle su casa si se da la ocasión. Humildes y tranquilos, reciben siempre al forastero luciendo una franca sonrisa que ilumina sus bellos rostros de ébano.
Burkina Faso era el principio y el final de un viaje que hicimos por África Occidental en el verano de 2001. La denominación de este estado significa algo así como el país de los hombres íntegros en una mezcla de los idiomas locales mossi y diola, lo que podría sonar a presuntuoso pero que a mí me resultó de lo más apropiada. De un tamaño algo superior a la mitad de España, en el país conviven unas sesenta etnias diferentes, diversidad enorme incluso para una zona del mundo donde compartir el territorio nacional entre diversos grupos étnicos es algo usual. Tal mezcla de culturas, cada una de ellas con sus peculiaridades, proporciona a Burkina Faso un enorme atractivo pero también la hace proclive a conflictos que suelen desembocar en frecuentes golpes de estado, aunque la violencia interétnica no es habitual.
La etnia mayoritaria en Burkina Faso son los mossi, que ocupan la parte central del país. Sociedad jerarquizada en base a una estructura piramidal, donde la punta superior estaría ocupada por el padre en la unidad familiar y el rey en el conjunto de la comunidad, su cabeza visible, conocida como Mogho Naaba, tiene su residencia en Ouaga. Otros grupos étnicos importantes son los peul, cuyo territorio se extiende por el noreste del estado. Los lobi, que mantienen una forma de vida muy tradicional, se sitúan en la parte suroeste. Por su parte, los bobo y los diola conviven en el noroeste, donde se encuentra la localidad de Bobo-Dioulasso, segunda en importancia de la nación y capital de ésta durante el periodo colonial francés.
Siempre acompañados por Sanou, un burkinés perteneciente a la etnia bobo, pasamos un par de días recorriendo Ouaga al final de nuestro viaje. Aunque originario de Bobo-Dioulasso, había emigrado unos años atrás a la capital ante la mayor posibilidad de encontrar un trabajo razonable. Y desde hacía poco tiempo se ganaba la vida como guía, habiendo aprendido incluso un castellano más que aceptable. Nos llevó a visitar a parte de su familia y a algunos de sus conocidos. Incluso pasamos por casa de uno de sus mejores amigos, y así pudimos aprender algo más sobre la vida de una familia de clase media burkinesa y conocer a sus vástagos, uno de los cuales acababa de comenzar su andadura en esta vida.
A pesar de las dificultades idiomáticas, derivadas de nuestro pobre manejo de la lengua gala, disfrutamos enormemente con la compañía de los amables burkineses. Cuando se aproximaba la hora de partir, Sanou reunió a varios de sus amigos y familiares en un concurrido local para ofrecernos una improvisada fiesta de despedida. Allí, bien acompañados por diferentes marcas de cerveza local, mantuvimos una animada charla e intercambiamos direcciones. Algunos de nuestros anfitriones nos pidieron que les enviáramos algunos bienes que necesitaban y que, como es habitual en África Occidental, consideraban baratos y fáciles de encontrar en Europa. Así pues, al despedirme de uno de ellos, me recordó que por favor no olvidara enviarle una crema para tratar sus hemorroides. Íntegra y especial la gente de Ouaga.
