En memoria del derviche
Transcurrían los años centrales del siglo XV cuando Seyid Yəhya Bakuvi abandonó su villa natal de Şamaxı en dirección a la floreciente localidad de Bakú. Filósofo, astrónomo y matemático, así como seguidor de Sheikh Sadraddin, decidió cambiar de ciudad tras la muerte de su mentor, quizás con el fin de hacer proselitismo de las ideas que éste había recopilado como discípulo de la tendencia sufista denominada khalwati. Hace ésta un enorme énfasis en el ascetismo de sus seguidores, que son conocidos en esta zona de Oriente Medio como derviches, al igual que los de otras tariqa o hermandades sufistas. E incide particularmente en el retiro individual, con el fin de llegar a un estado místico que permita a sus practicantes aislarse de lo terreno para alcanzar así la espiritualidad plena.
Fiel partidario de los principios khalwati, el monarca Khalillulah I pronto entró en contacto con Bakuvi proponiéndole mudarse a su palacio, de forma que pudiera dedicarse por completo a desarrollar allí sus teorías. Pertenecía aquél a una dinastía surgida en la región de Shirvan, cabeza de lo que llegó a ser un estado independiente durante casi siete siglos. Su padre y antecesor, Ibrahim I, había decidido pocas décadas atrás transferir la capitalidad del reino desde Şamaxı a Bakú, con vistas a lo cual decidió construir un palacio en esta última ciudad. No está claro si este lugar, actualmente conocido como el palacio de los Shirvanshah, servía como residencia de la familia del shah o estaba dedicado a su memoria póstuma, aunque lo más probable es que cumpliera ambas funciones en vista de las diferentes construcciones que aún hoy día alberga.
Integrado por edificaciones dedicadas tanto a fines religiosos como civiles, el palacio de los Shirvanshah debió constituir un complejo endogámico en sí mismo, que cumplía a la perfección con las necesidades de la corte. La construcción principal probablemente servía como residencia para el shah y su familia, estando compuesta por aproximadamente medio centenar de habitaciones distribuidas entre las dos plantas del edificio. En medio de un patio exterior se ubica el llamado divankhana, un pequeño pabellón cubierto por una cúpula cuya función se desconoce, aunque se piensa que pudo servir como lugar de recepción para invitados. El palacio incluye también los restos de lo que debió ser una lujosa casa de baños, estancia de suma importancia en la idiosincrasia musulmana de sus moradores.
Entre las construcciones religiosas que alberga el complejo se incluye una sencilla pero hermosa mezquita, que fue edificada a mediados del siglo XV según afirma una inscripción situada en su interior. Incluye dos salas de rezo, una de mayor tamaño dedicada al sexo masculino y otra de inferiores proporciones para el femenino. Destaca el minarete, que atrae por su verticalidad y se eleva una veintena de metros sobre el patio donde está situado el templo. Alberga también el recinto una estructura rectangular cubierta por una cúpula hexagonal que, de acuerdo con la anotación existente en su puerta de acceso, fue erigida por Khalillulah I como lugar de enterramiento para su madre y su hijo. Antiguamente, la cúpula estaba decorada con azulejos azules a la manera persa, lo que debía incrementar notablemente la hermosura del conjunto.
Khalillulah I debió estar tan agradecido a su maestro Bakuvi por las enseñanzas recibidas que a su muerte ordenó erigir un mausoleo en su memoria. De forma octogonal y cubierta por una cúpula en forma de pirámide también de ocho lados, la construcción presenta una apariencia sencilla y equilibrada. Anexa a ella se hallaba la mezquita donde el filósofo impartía su doctrina, recogida en diversas obras que se guardan mayoritariamente en Konya, la ciudad turca centro de la tradición sufista. El templo fue destruido hace aproximadamente un siglo por un fuego que no llegó a afectar al mausoleo, que escapó milagrosamente de las llamas. Como si una fuerza superior se hubiera encargado de proteger la cripta donde reposan los restos del místico Bakuvi, todo un ejemplo de vida espiritual lograda a través del ascetismo.