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Extremadura Portugal

En la frontera

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Afirman los enterados, y en la zona los hay a patadas, que la vulgarmente conocida como La Raya es la frontera más antigua de Europa. Algo de razón deben de tener, puesto que esa línea invisible que separa España de Portugal quedó inicialmente constituida entre los siglos XII y XIII, sin parangón en cuanto a antigüedad con ninguna otra traza divisoria en el continente europeo. Fue en esa época cuando se firmaron los tratados de Zamora, Badajoz y Alcañices, que, en el periodo aproximado de un siglo y medio configuraron la separación definitiva entre los entonces reinos de Castilla y Portugal. Desde entonces, ambos territorios hermanos quedaron divididos por la futilidad de una línea imaginaria que los separó para siempre.

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O no. La realidad suele imponerse a los deseos y contradecir los anhelos de los teóricos. Desde que los mencionados tratados entraron en vigor, La Raya ha cambiado de trazado o incluso ha dejado de existir en diversas ocasiones. Por solo mencionar algunas de ellas, Portugal formó parte de España entre 1580 y 1640, bajo los reinados de los monarcas españoles Felipe II, Felipe III y Felipe IV. Tras un nuevo Tratado de Badajoz, firmado esta vez en 1801, la población de Olivenza quedó integrada en España, hecho que numerosas voces lusitanas no admiten aún. Y su diseño definitivo no quedó conformado hasta 1864, cuando fue acordado en el Tratado de Lisboa. La frontera más antigua de Europa para algunos es, por consiguiente, relativamente nueva.

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A pesar de todo, el carácter fronterizo que separa a lusitanos y españoles no ha desaparecido con el tiempo transcurrido y sigue en boga en pleno siglo XXI. Aunque este hecho es evidente en los más de mil doscientos kilómetros durante los que La Raya actúa como separadora entre ambos países, hay un lugar donde este olor a frontera quizás se difumine un tanto. Perdida entre parajes agrestes del oeste español, La Fontañera es una aldea diminuta, donde el tiempo parece transcurrir con una calma envidiable. Para llegar hasta ella no hay más que tomar la carretera CC-98, pista asfaltada que desde las afueras de la localidad cacereña de Valencia de Alcántara se dirige hacia el oeste.

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Pasados unos pocos kilómetros comienzan a aparecer casas a ambos lados de la ruta, hasta llegar a un punto donde el asfalto troca en pista de tierra y las viviendas desaparecen como por ensalmo. Así, sin avisar, sin que el viajero se percate de lo que le espera, casi sin dar pábulo, acaba de cruzar la presunta frontera más antigua de Europa. De frente, una vertiginosa bajada que lleva hasta la población lusitana de Galegos. Al fondo, la continuación de la localmente bien bautizada como Sierra Fría. A la derecha, las estribaciones de la sierra de São Mamede, donde aparece inalcanzable la bella Marvão. A la izquierda, esa España que parece renunciar a sus bríos y rendirse a la evidencia del paso del tiempo.

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Seguramente, no hay otro lugar como La Fontañera donde se concentre de tal manera la esencia de La Raya. Apenas veinte o treinta habitantes fijos, más algunos otros discontinuos, saludan al visitante en portuñol, lenguaje casi incomprensible incluso para quienes somos nativos de la zona. No importa, son gente agradable y siempre hospitalaria. Ejerciendo su papel de transición suave entre tierras españolas y portuguesas, viviendo siempre en la dicotomía de desconocer lo que se es y donde se está, como lo prueba una vivienda construida justo en el punto de intersección entre ambos territorios, La Fontañera sigue desafiando al tiempo y al olvido. Y si para volver a territorio español no hay más remedio que llevar el coche hasta Portugal para poder dar la vuelta, pues se hace. Pequeñas anécdotas de vivir en la frontera.

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