Para referirse al estado báltico de Lituania a veces se usa la expresión el país de las cruces debido a la vieja costumbre de producir crucifijos de cualquier tamaño que tienen los artesanos de este estado. Durante la ocupación soviética esta tradición estuvo prohibida debido a su simbolismo religioso, pero incluso así los tenaces lituanos se las arreglaban para construir sus cruces, que seguían siendo erigidas a lo largo y ancho de la nación. Y a tanto llegó la cosa que se convirtieron en una especie de expresión de la identidad nacional lituana y símbolo de la lucha que mantenían sus habitantes contra quienes habían ocupado su tierra. Una vez que Lituania consiguió librarse de sus opresores vecinos la práctica se reavivó, como pude darme cuenta en mayo de 2003.

Aunque Kaunas a priori no me resultaba una ciudad demasiado atractiva, existía una razón fundamental que me motivaba para visitarla. No era otra que su tradición baloncestística, quizás junto a las cruces el principal símbolo de identidad lituano. El deporte de la canasta está completamente imbricado en la población y cuenta con numerosos adeptos fieles a los colores del Žalgiris, uno de los equipos más históricos de Europa. Grandes jugadores como Marčiulionis, Jasikevičius, Ilgauskas o Sabonis son nativos de la villa y tras conseguir numerosos éxitos en diversas competiciones europeas llegaron a dar el salto a la NBA, algunos de manera muy destacada.

Pero Kaunas no es solo baloncesto. A pesar de que su centro histórico no es demasiado conocido fuera de las fronteras lituanas, conserva diversas edificaciones de interés. Varias de ellas se concentran en la denominada Plaza del Ayuntamiento, donde destaca el edificio que le da nombre. Construido en el siglo XVI, sirvió durante varios siglos como sede del consistorio local aunque ahora está dedicado a la celebración de diversos actos oficiales. En una de las esquinas de la plaza está situada la catedral, de origen gótico aunque su interior muestra un aspecto puramente barroco en la actualidad. Algo alejado del centro se encuentra el castillo de Kaunas, reconstruido últimamente tras pasar siglos en estado de ruina.

Más conocido resulta el centro histórico de la capital lituana. Para disfrutar de una bonita vista de Vilnius, con sus atractivos tejados de tono rojizo, conviene subir a la colina Gediminas, así denominada en honor a un dirigente medieval lituano considerado un héroe local a pesar de ser pagano. Quedan escasos restos de una fortificación allí construida por él en el siglo XIV, el más evidente la llamada torre Gediminas, que a pesar de llevar su nombre fue edificada al menos un par de siglos tras su muerte. Desde arriba se aprecian con nitidez la mayoría de las edificaciones atractivas de la población, que se distribuyen a lo largo de la calle Pilies y, como no, la avenida Gediminas.

También se aprecia desde este lugar la colina de las Tres Cruces, así conocida debido a un monumento situado en su cima. Como su nombre indica, consiste éste en tres cruces que fueron erigidas en la segunda década del siglo XX en el mismo sitio donde se hallaban otras de madera desde centenares de años atrás. Tras ser derribada la versión original por los soviéticos, fue reconstruida ya en 1989. Después de disfrutar de la puesta de sol nos dirigimos con calma hacia el hotel Domina Plaza, donde estábamos alojados. Un par de meses más tarde ese establecimiento tan tranquilo y acogedor se convirtió en trágica noticia por ser escenario del asesinato de la actriz Marie Trintignant a manos de su novio, el cantante de rock Bertrand Cantat. Una cruz más que añadir a las muchas que en Lituania pueden verse.