Ellora (por Jorge Sánchez)
Tras haber visitado Khajuraho y un día más tarde Sanchi, seguí viajando más hacia el sur poco a poco, con destino final el cabo Comorín. Por el camino me detendría en dos lugares con templos y monasterios en el interior de cuevas; el primer día lo pasaría en las de Ajanta, y el siguiente en las de Ellora.
Las cuevas de Ellora consisten en un total de 34, dedicadas a las tres religiones indias: el hinduismo, con la mitad de ellas, dedicadas a Shiva; luego en cantidad le siguen las cuevas budistas, y las últimas corresponden a la religión jainista, la más minoritaria de las tres.
El hinduismo, con tanto batiburrillo de dioses con varios brazos y cabezas, con piel azul, o en forma de mono, tigre o elefante, me marea; sólo los adorables hermanos Yagannath, Balabhadra y Subhadra me atraen de manera cariñosa pues parecen personajes de tebeo. Por ello comencé a entrar en las primeras, de la 1 a la 12, que eran las cuevas budistas, pues el budismo es una religión con la que simpatizo mucho.
Tras unas 2 horas de visitas a las cuevas budistas me quedé admirado de tanto trabajo tallando estatuas y templos en plena roca, pero acabé empachado de templos, pues el día anterior también había visto muchos en Ajanta. Por ello planeé marcharme ya a Bombay (hoy Mumbai) a descansar unos días en la famosa Juhu Beach. Pero al final me quedaría a dormir en Ellora debido a un turista indio que me sugirió no perderme la más espectacular entre las cuevas hindúes, la número 16, que es llamada Kailash, o templo Kailash. Y al llegar a ella a punto estuve de tirarme de los pelos, pues esa cueva era, con diferencia, la mejor de todas las de Ellora, la más espectacular, y habría sido imperdonable perdérmela. Ya el nombre tenía mucho significado pues el sagrado monte Kailash, en el Tíbet, es el hogar de Shiva, según los hindúes.
El templo Kailash (aunque allí lo escribían como Kailasanatha) había sido tallado en una sola pieza de roca basáltica de arriba abajo durante el siglo VIII. Aquello era grandioso, descomunal, una de las muchas maravillas que alberga el país más interesante (según mi opinión) del mundo: India. Me quedaría descubriendo ese prodigio unas 2 horas más y al final me quedé a dormir en una hermandad de fieles hindúes, o sadhus. Por la mañana me viajé, primero en autobús a Aurangabad y después en tren, a la estación Victoria (hoy Chhatrapati Shivaji), en Mumbai.