En el Sudeste Asiático son relativamente abundantes los lugares conocidos como cultural village, que en el fondo suelen ser una especie de museo etnográfico al aire libre donde se muestran, de manera más o menos fehaciente, seculares maneras de vivir en el país en cuestión. Habitualmente, en dichos recintos tienen lugar también diversos espectáculos musicales, de danza o representaciones de diversas tradiciones en vivo, interpretados por nativos de la zona considerada. A pesar de que el propósito de esta especie de parques temáticos a pequeña escala suele ser el de atraer al mayor número posible de turistas, muchos de ellos no dejan de tener un relativo interés, pues ayudan al visitante a hacerse una idea sobre unas formas de vida claramente en vías de extinción o incluso definitivamente perdidas.

Situado en la localidad de Siem Reap, el bautizado como Cambodian Cultural Village abrió sus puertas hace aproximadamente una década. Aunque su objetivo inicial debió ser el de mostrar a los interesados la vida tradicional en el país camboyano, también ha sido aprovechado para ofrecer un modo de entretenimiento más a las ingentes cantidades de visitantes que llegan hasta allí para visitar el cercano Angkor. En nuestro caso, ambos propósitos nos sirvieron de excusa para encaminar nuestros pasos hasta este lugar, tan typical cambodian que un cartel en la puerta advierte de la prohibición de acceder al recinto en posesión de bombas. No esperábamos mucho del sitio en cuestión, tan solo que cumpliera la función de incrementar nuestro aprendizaje sobre la cultura local además de servir como digestivo ante tan contundente plato fuerte a base de templos.

En un recinto bien acondicionado y decorado de acuerdo con el entorno circundante, Cambodian Cultural Village exhibe una muestra de las aldeas tradicionales donde habitan las diferentes etnias que conforman el país. En el poblado khmer pueden verse los distintos tipos de construcciones que lo componen, entre las que destaca la pagoda. Existe también un poblado chăm, donde se hace hincapié en la religión islámica que practican sus habitantes. Muy diferente resulta el poblado kola, cuyas gentes son de origen birmano y mayoritariamente budistas, por consiguiente. No falta una representación de un poblado flotante, que pude comparar con los originales visitados en el lago Tonlé Sap días atrás. Aunque el más exótico resultó ser el poblado phnorng, originario de Mondulkiri y cuyos componentes son cazadores y animistas.

Por todo el espacio se suceden diversas funciones, entre las que destacan las ejecutadas por bailarinas apsara, cuyo origen se remonta a los tiempos en que la civilización khmer alcanzó su plenitud en el vecino Angkor. También se interpreta la llamada danza del fuego y del agua, de origen phnorng y que no vimos finalizar debido a una fuerte tormenta que descargó durante su desarrollo. Resulta curioso un baile tradicional khmer destinado a obtener una buena pesca, así como otro cuyos protagonistas lo ejecutan sobre zancos. Probablemente la aldea que concentra un mayor número de actividades sea el poblado chino, que enseña cómo vive la minoría de tal procedencia. Aquí pueden verse espectáculos de acrobacia junto a bailes tradicionales, destacando por su delicadeza una danza que realizan dos muchachas haciendo girar sus sombrillas al unísono.

Un espacio privilegiado del recinto lo ocupa la casa del millonario, como eran denominadas en el pasado las viviendas posesión de las familias khmer de clase alta. Las maderas más preciadas y resistentes eran usadas para su construcción, de forma que pudieran resistir adecuadamente el ímpetu de los elementos durante el monzón. Servían también como escenario para las bodas a la manera tradicional de sus propietarios, debido a lo cual aquí tiene lugar diariamente una representación de esta ceremonia. En ella, además de los protagonistas principales tomaban parte otros roles bien definidos, que jugaban un papel determinado en cada momento. Entre otros, el maestro de ceremonias, el denominado mejor hombre, que acompaña al novio cada instante y, por supuesto, los padres de los contrayentes. Curiosamente, aquel día la madre de la novia era australiana y el padre del novio español, pero al parecer ambos cumplieron con creces el objetivo de hacer pasar un buen rato a la divertida concurrencia.