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Rumanía

El nido del cuervo

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Frecuentemente menospreciado, debido quizás a la escasez de colorido que presenta su plumaje, el cuervo es considerado por los expertos una de las aves más inteligentes que existen. Tiene uno de los cerebros más grandes de todas las especies avícolas y se ha demostrado su capacidad de imitación e intuición, así como su habilidad para la resolución de problemas. Llegan incluso a utilizar a animales de superior tamaño, como los cánidos, con el fin de tener una mayor facilidad para conseguir comida y se permiten el lujo de jugar al gato y el ratón con ellos. También existen diversos estudios que confirman su aptitud para identificar diferentes voces humanas y los sonidos que emiten otras familias de aves.

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Encargo del monarca húngaro Carol I en la primera mitad del siglo XIV, el castillo de Hunyad debe su nombre a Iancu Hunyadi, regente de Hungría y voivoda de Transilvania a mediados del siglo XV. Había heredado éste la fortificación de su padre y decidió remodelarla casi por completo. De esta manera, le añadió cuatro torres circulares y tres rectangulares, dándole con ello la imagen que a grandes rasgos podemos ver en la actualidad. También ordenó construir la magnífica Capilla y la espectacular Sala de los Caballeros, cuya bóveda está sostenida por cinco columnas de mármol. El aspecto de la construcción entonces debía ser puramente gótico, aunque más adelante se le agregaron algunos elementos renacentistas y barrocos.

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Como suele ser habitual en Rumanía, diversas leyendas impregnan el pasado del castillo de Hunyad. Una de ellas afirma que Iancu era hijo ilegítimo del rey de Hungría Sigismund y una joven local llamada Elisabeta. Con el fin de ocultarlo, hizo casar a ésta con un joven llamado Voicu, a quien donó la fortaleza y lo convirtió en fundador de la dinastía Hunyadi. También entregó a su madre un anillo de oro que el niño debía llevar cuando se convirtiera en adulto, de forma que su padre pudiera reconocerlo. Sin embargo, un cuervo robó el anillo y salió volando con él en su pico, pero el todavía niño Iancu levantó su arco y lo derribó de un flechazo, recuperando el preciado objeto. Cuando, ya adulto, se encontró con su progenitor y le contó la historia, éste decidió que el símbolo de la familia sería un cuervo con un anillo de oro en el pico.

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Leyenda o no, lo cierto es que el escudo de la dinastía Hunyadi muestra no uno, sino dos cuervos portando sendos anillos de oro en sus picos. A partir de entonces la fortaleza empezó a ser conocida como castillo de Corvin, que es su denominación preferida actualmente en Rumanía a pesar de que la población que se desarrolló en torno a ella se llame Hunedoara. Y el hijo de Iancu, posteriormente rey de Hungría y a quien representó Mantegna en un famoso retrato que se expone en el Museo de Bellas Artes de Budapest, fue bautizado como Matei Corvin. Éste finalizó las obras emprendidas por su padre y convirtió el castillo en la residencia de su familia.

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Tras diversas vicisitudes que incluyeron cambios de propietario, disputas e incendios, la edificación quedó en estado de semiabandono y hubo de ser restaurada en la segunda mitad del siglo XIX. Como toda fortaleza que se precie, se asegura que alberga varios fantasmas. Entre ellos, los de unos prisioneros otomanos a quienes Iancu Hunyadi hizo excavar el pozo situado en el patio prometiéndoles la libertad a cambio, aunque luego incumplió su palabra. Pero, como no podía ser de otra manera tratándose de un castillo transilvano, su huésped más renombrado no fue otro que Vlad Ţepeş, de quien se dice que pasó siete años encerrado en sus mazmorras. Sea cierto o no, el castillo de Corvin ha trascendido su propia leyenda convirtiéndose, por derecho propio, en la fortificación más significativa de Rumanía.

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