El milagro de los brotes verdes
Al morir inesperadamente y sin descendencia el rey Recesvinto, los nobles visigodos se vieron en la disyuntiva de encontrar rápidamente un sucesor. Reunidos en Gérticos, donde había ocurrido el deceso, decidieron repartirse por los confines del reino en busca de un hombre que se encontrara labrando con dos bueyes, uno de ellos blanco, y que portara una vara en la mano. Dieron así con un campesino, de nombre Wamba, quien al ser consultado sobre tal posibilidad clavó el palo en el suelo y respondió: ‘Seré el nuevo rey cuando esta vara florezca’. Casi de inmediato, brotes tiernos comenzaron a surgir en la estaca. Y el ya maduro labrador no tuvo más remedio que aceptar ser llevado a Gérticos, localidad que desde entonces es conocida con su nombre, para ser ungido como nuevo caudillo visigodo.
Dos localidades se disputan el honor de ser el lugar donde ocurrieron estos hechos legendarios. Una de ellas es la malacitana Pujerra, la otra es una aldea portuguesa que responde a la apelación de Idanha-a-Velha. A pesar de contar con poco más de cincuenta habitantes en la actualidad, esta pequeña población situada en el distrito de Castelo Branco, muy cerca de la frontera con España, presume de una larga historia. Fundada por los romanos con el nombre de Egitania, debió tener cierta importancia en aquella época a tenor de los vestigios encontrados. De ese periodo se conserva un puente sobre el río Pônsul y lo que se piensa que pudo ser un balneario, así como numerosas inscripciones epigráficas.
Pasó Egitania posteriormente a manos de los suevos y los visigodos, bajo cuyo dominio la localidad debió prosperar sobremanera. No en vano fue el lugar elegido para construir una basílica de tres naves que, por sus dimensiones, debía ser una auténtica catedral en aquellos tiempos primigenios del siglo VI. De hecho el edificio es aún conocido con tan pomposa denominación en la actualidad. Erigida sobre un templo anterior, probablemente suevo, la Catedral de Idanha-a-Velha mantiene hoy su estructura de basílica visigótica, siendo la más antigua de las que existen en la Península Ibérica. A pesar de que, como demuestra el aspecto gótico de su puerta de acceso, fue considerablemente restaurada en los siglos venideros.
Egitania mantuvo su poderío, aunque no sabemos si su nombre, durante la Edad Media. Fue entonces cuando se levantó su poderosa Torre del Homenaje por obra y gracia de los templarios, absolutos dominadores de esta zona en esos oscuros años del siglo XII. Aproximadamente un siglo más tarde las murallas que rodeaban la población desde la época romana fueron reforzadas considerablemente, con el fin de defenderla de los numerosos vaivenes de la época. No perdió importancia la villa durante las centurias posteriores, como muestra la renacentista iglesia de la Antigua Misericordia o la picota manuelina que preside la plaza a la que da nombre. Ya en el siglo XVIII Idanha-a-Velha aún resistía los embates de la despoblación, como lo prueba la capilla de San Dámaso situada extramuros.
A partir de ahí la vieja Idanha se fue poco a poco desvaneciendo. Parte de su población debió moverse a la vecina Idanha-a-Nova, localidad de origen medieval que hasta entonces había estado a su sombra. Muchos otros probablemente salieron huyendo de un lugar tan rural, ante la falta de futuro debida a la llegada de una nueva forma de vida. Y, a pesar de que una villa de origen tan glorioso sigue suscitando el interés de arqueólogos y algún que otro turista, Idanha-a-Velha habría desaparecido por completo en la actualidad si no fuera por un puñado de familias que resisten los embates del aislamiento. Quien sabe, quizás sean descendientes del valeroso rey Wamba, aquel al que solo un milagro en forma de brotes verdes pudo hacer abandonar su tierra.