Dzong (por Jorge Sánchez)
Volé desde Kolkata al aeropuerto butanés de Paro. Allí me esperaba un guía con un coche. Tras las salutaciones y zalemas me condujo a mi hotel en Timbu (Thimphu en inglés), la capital del país, que una pequeña ciudad habitada por unas 100.000 personas, o lo que es lo mismo, menos de la mitad de la población de mi pueblo, Hospitalet de Llobregat, en España. En cuanto a la superficie del Bután (41.000 kilómetros cuadrados), es incluso inferior a la región española de Aragón, que cuenta con casi 48.000 kilómetros cuadrados.
En Kolkata había comprado un tour con todo incluido, alojamiento, comidas y visitas con guía. A Bután, lo mismo que a Corea del Norte, no se puede viajar a tu aire; es obligatorio apuntarte a algún tour, sea en un grupo o de manera individual. Ese primer día, tras dejar mi pequeña bolsa de viaje en mi bungaló, mi guía me llevó a visitar el centro de Timbu, entrando en Tashichho Dzong, el primero de los tres Dzong que visitaría en el país durante mi estancia, que era un monasterio budista. Dzong significa en butanés y en tibetano «fortaleza», o «fortaleza-monasterio», pues sus fines eran militares, religiosos o administrativos. El Budismo practicado mayoritariamente en Bután es la variante Drukpa de la secta Kagyupa. Yo comparaba los Dzong butaneses con los Kremlin en Rusia.
Me extrañaron dos cosas en ese Dzong, había muchos perros por el patio, casi tantos como monjes. Y a la hora de la comida, que fue cuando llegué, observé que se servía carne. Al contrario de lo que sucede en otros países budistas asiáticos, donde sus monjes son estrictamente vegetarianos, en Bután (lo mismo que en el Tíbet), los monjes comen con fruición carne de todo tipo. Eso sí, ellos no matan a los animales, eso es cosa de los inmigrantes de la India, que son de religión hindú. El segundo día me llevaron a otro Dzong en Paro, que está incluido en la lista de UNESCO: el Dzong de Rinpung.