Doñana (por Jorge Sánchez)
En el hotel de Matalascañas donde estaba alojado compré por 29 euros un billete para la excursión al Parque Nacional de Doñana del día siguiente. Cuando llegó la hora me recogieron en dos jeeps enormes de color verde junto a otros turistas, y durante unas 3 horas y media nos pasearon por el parque, efectuando un par de paradas de 20 minutos cada una para apreciar las dunas de un desierto junto a un oasis y el río Guadalquivir, más un cortijo, o lugar residencial donde nuestros reyes, desde Alfonso XIII a Felipe VI, agasajan a invitados egregios.
El guía y conductor nos iba dando explicaciones sobre las características de ese parque, el follaje, las aves endémicas que alberga, más los reptiles y anfibios. Vimos muchos animales, ciervos, caballos, vacas, jabalíes, conejos, cientos de aves, alguna que otra tortuga gigante, pero…. ni un solo lince, y eso que todos los turistas estábamos entusiasmados con la posibilidad de, al menos, ver uno de ellos. Creo que los guías saben donde se ocultan, pero solo conducen a esos lugares, donde sí que están los linces, a invitados VIP acompañados por un miembro del Gobierno.
No obstante todos estuvimos satisfechos, sobre todo cuando paseamos por la orilla del río Guadalquivir y nuestro jeep nos llevó a su delta para contemplar el Océano Atlántico. Allí nos encontramos con un barco lleno de turistas. Supimos entonces que también se puede acceder al Parque Nacional de Doñana en barco desde Sanlúcar de Barrameda y hasta desde Sevilla.