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Túnez

Djerba (por Jorge Sánchez)

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En la ciudad tunecina de Jorf abordé un transbordador durante 20 minutos hasta el puerto de Ajim, en la isla de Djerba. Poco rato después proseguí el viaje en autobús hasta Houmt Souk, en el otro extremo de la isla, que actúa como la capital de Djerba.

Por el camino observé que la isla era plana, con muchas palmeras. Su superficie supera ligeramente los 500 kilómetros cuadrados, lo que la convierte en la más grande de la costa africana mediterránea.

Solo pasaría una noche en Houmt Souk, a pesar de que me pareció una ciudad encantadora por sus casas encaladas, sus plazoletas llenas de flores, sus callejuelas estrechas, los restos de fortalezas de tiempos de los cartagineses y su pintoresco zoco. El defecto que encontré fue la carestía de la vida, más que en Túnez continental. Ello era debido a que la isla estaba enfocada al turismo de lujo, a los campos de golf y a los casinos. Además del turismo, la economía de la isla estaba basaba en la pesca y la agricultura.

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En el día de mi estadía visité una iglesia católica (L’église Saint-Joseph de Djerba) y otra griega ortodoxa (L’église Saint-Nicolas de Djerba), ambas erigidas en el siglo XIX.

Durante diversos y breves períodos de tiempo la isla Djerba (que los españoles conocían como Yerba y también como Los Gelves) fue ocupada por los españoles, pero nunca consolidarían su dominio. A finales del siglo XIII la conquistó un militar italiano, llamado Roger de Lauria, al servicio de la Corona de Aragón, que la cedió a la Santa Sede, y a mediados del siglo XVI España poseyó la isla por unos pocos años por última vez. Durante largos períodos de su historia la isla de Djerba constituyó un mercado de esclavos.

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El segundo día practiqué el autostop, lo que me dio la oportunidad de recorrer la isla de oeste a este y de norte a sur. La naturaleza era muy pobre, todo el territorio era medio desértico. Me sorprendió la gran cantidad de mezquitas que observaba por todas partes, de las cuales algunas eran subterráneas.

De hecho, UNESCO incluye una treintena de lugares de esa isla como patrimonio mundial, de los cuales más de 20 son mezquitas, uno es la iglesia griega Saint-Nicolas de Djerba, otro es la sinagoga, llamada Ghriba, construida en el siglo XIX con –supuestamente- restos del Templo de Salomón, más diversos sitios arqueológicos que, personalmente, no encontré atractivos.

Y por la noche dormí en El Kantara.

El tercer día por la mañana entré en la sinagoga Ghriba, ubicada en la parte central de la isla, y poco después crucé en un autobús un puente de 7 kilómetros de longitud que comunicaba Djerba con el continente africano.

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