Localizado al este del país, a algo más de medio centenar de kilómetros de Yerevan, el lago Sevan constituye todo un motivo de orgullo para los habitantes de Armenia, que demuestran el aprecio que le tienen refiriéndose a él con la cariñosa denominación de la perla azul. Situado a casi dos mil metros de altura y con una superficie que se aproxima a los mil kilómetros cuadrados, esta balsa de color azul profundo conforma la mayor acumulación de agua dulce del Cáucaso, así como uno de los lagos más extensos que existen a tamaña altitud en el Planeta. De su importancia para este pequeño estado sin salida al mar da idea el hecho de que esté protegido bajo la figura del Parque Nacional Sevan, que comprende parte del territorio situado a su alrededor además de sus aguas.

Etimológicamente, la palabra Sevan significa algo así como Van negro, probablemente haciendo referencia al color oscuro que apreciaron en su superficie los primeros pobladores que se establecieron en sus orillas al compararla con la del lago Van, de cuyas inmediaciones procedían. Junto con el lago Urmia, estas considerables extensiones de agua componen un triángulo lacustre que tradicionalmente era parte del reino de Armenia, entidad histórica que multiplicaba con creces el territorio del estado en el presente. De ellos, tan solo el Sevan forma parte del país caucásico en la actualidad, mientras que el Van y el Urmia, cuyas aguas a diferencia de las del anterior son saladas, pertenecen a Turquía e Irán respectivamente, aunque siguen manteniendo población de origen armenio en sus alrededores.

Muy cerca estuvo el lago Sevan de terminar sus días cuando, en las primeras décadas del siglo XX, las autoridades soviéticas decidieron desecar parte de su territorio con el fin de dedicarlo a la agricultura. Rápidamente se pusieron manos a la obra en el intento de reducir su profundidad, entonces de casi cien metros, a menos de la mitad, lo que redundaría en una considerable disminución de la superficie inundada. A diferencia de la catástrofe ecológica acontecida en el infortunado mar de Aral, el lago Sevan consiguió librarse de la desecación total cuando fue abandonado el proyecto tras el fin del estalinismo. A pesar de todo, el impacto fue de tal magnitud que el nivel del lago descendió en unos veinte metros, lo que trajo consigo una reducción de algo más de un tercio de su superficie original.

Como resultado de este proceso de recuperación de tierras con fines agrícolas, el complejo monástico de Sevanavank, tradicionalmente localizado en una pequeña isla, pasó a estar permanentemente unido a la orilla del lago por un istmo, quedando el monasterio situado en una península. Fundado a finales del siglo IX, el monasterio de Sevan jugó en sus comienzos el papel de lugar de retiro, tanto para eremitas en busca de la paz interior como para nobles o incluso reyes cuando tenían necesidad de meditación. Durante la era soviética los monjes fueron amablemente invitados a abandonarlo y desde entonces el monasterio, cuya denominación podría traducirse por monasterio negro haciendo referencia al color de la piedra con la que fue construido, carece de actividad durante la mayor parte del año.

A pesar de la protección proporcionada al lago Sevan por las actuales autoridades armenias mediante la creación de un Parque Nacional, el impacto humano en su ecosistema sigue siendo bastante evidente. Especialmente en verano, cuando a falta de costa marina en el país buena parte de la población local se encamina hacia sus orillas, dispuestos a pasar sus vacaciones refrescándose en sus frías aguas. Hoteles y otros establecimientos turísticos comienzan a proliferar y algunos endemismos como la trucha del Sevan están al borde de la desaparición. Animales tan emblemáticos y relativamente comunes en el pasado como el leopardo de Persia hace tiempo que dejaron de dirigir sus cautelosos pasos hacia el lago. Quizás sea ésta la razón por la que la forma de la perla azul recuerda cada vez más a una lágrima.