Choga Zanbil (por Jorge Sánchez)
Salí en taxi desde mi hotel de Shushtar junto a tres españoles (uno de Bilbao y dos de Barcelona) para abaratar costes. Llevábamos con nosotros varias botellas de agua debido a los más de 40 grados a la sombra que padecíamos. La suerte fue que mis tres nuevos amigos eran especialistas en arqueología y en su compañía aprendería mucho sobre las ruinas que íbamos a visitar ese día, las de Choga Zanbil y también las de Susa, es decir que me «liquidé» dos sitios UNESCO en un mismo día.
La iniciativa del viaje la tomaron mis compañeros, por ello, antes de alcanzar Choga Zanbil ordenaron al taxista dejarnos por un rato en un sitio cercano del que no recuerdo el nombre, pero ellos se quedaron muy impresionados ante un montículo donde en el pasado hubo un pequeño zigurat. Yo allí sólo vi ruinas pero les seguía a todas partes; ellos sabían mucho más que yo. Cosa muy diferente fue cuando llegamos al gran zigurat de Choga Zanbil, y ahí sí que me extasié, al igual que mis amigos.
Por lo que aprendí de mis tres compatriotas, Choga Zanbil era un lugar sagrado de más de 3.000 años de antigüedad y alrededor del zigurat se esparcían templos dedicados a los dioses, siendo el principal Inshushinak, el protector de Susa. Los demás templos estaban dedicados a dioses menores. Lo principal del complejo era el impresionante zigurat, construido superponiendo terrazas encajadas de modo vertical. El sitio donde se erigió fue sobre un templo antiguo de forma cuadrada. Se dice que es el zigurat más grande y mejor preservado fuera de la Mesopotamia.
Fue curioso que en una parte del zigurat unos obreros nos propusieron visitar el complejo por dentro y poder así ascender hasta la cima de la colina, y todo a cambio de una pequeña propina. Pero mis amigos amaban tanto la arqueología que declinaron, y yo junto a ellos, pues aseguraban que si esa práctica se generaliza acabaría estropeando los sitios arqueológicos; era mejor respetar la ley y ver el sitio desde fuera, como Dios manda. Al principio me uní a mis amigos pero ellos se entretenían demasiado rato ante ruinas que a mí no me llamaban tanto la atención, y además el sol empezaba a molestarme, por lo que al final me separé y fui a mi aire, leyendo los letreros y tomando fotografías hasta que les esperé tomando refrescos junto al taxista. Al cabo de unas 3 horas de visita, totalmente satisfechos por todo cuanto habíamos visto y aprendido, continuamos el viaje con destino Susa, una de las ciudades más importantes del antiguo Oriente Próximo.