Chiquitos (por Jorge Sánchez)
Detrás de la terminal de autobuses de Santa Cruz de la Sierra, frente a la estación de trenes, se hallan las salidas de minibuses hacia los pueblos en el interior de la provincia de Santa Cruz. Allí había carteles anunciando las partidas a las seis misiones contempladas en este Patrimonio de UNESCO:
– San Francisco Javier, fundada en 1691
– San Rafael, fundada en 1695
– San José de Chiquitos, fundada en 1698
– Concepción, fundada en 1708
– San Miguel, fundada en 1721
– Santa Ana, fundada en 1755
Como la primera salida a cualquiera de estas seis misiones fue a San José de Chiquitos, en la región llamada la Chiquitania, hacia allí me dirigí, pues no pretendía conocer las seis misiones sino sólo una de ellas para instruirme sobre las «ciudades ideales» inspiradas en los conceptos de los humanistas.
Abordé un minibús hacia esa población y llegué de noche, tras 3 horas de trayecto. La carretera seguía paralela a las vías del famoso y siniestro Tren de la Muerte, pero como el servicio no era diario no pude tomarlo. Me alojé en una pensión junto a la llamada plaza Principal, donde se encontraba una estatua del cacereño Ñuflo de Chaves, el fundador de Santa Cruz de la Sierra. Por la mañana me quedé admirado de la belleza arquitectónica de esa misión jesuítica, la más linda y mejor preservada que había visto hasta entonces, tanto en Alta Gracia como en San Ignacio Mini (en Argentina) y las tres misiones de Paraguay, que sólo hacían funciones de museos. Por el contrario, esta misión de San José de Chiquitos, además de albergar un museo muy didáctico, era una misión activa, con frailes, una enorme y preciosa iglesia, escuelas y talleres.
Esa misión que había escogido conocer, llegó a albergar en el siglo XVIII a unos 2.400 indígenas. Entré en la bellísima iglesia y participé en la primera misa del día, junto a numerosos nativos. Tras ello pagué un billete muy barato para ver el museo que se localizaba en un ala del claustro. Allí se explicaba la historia de las misiones en la Gran Chiquitania. Me gustó la profusión de murales exhibiendo flores, pájaros, escenas históricas como desfiles militares, la visita de un obispo, una reproducción en madera de la misión, una escultura de san Ignacio de Loyola, una sala dedicada al rey español Fernando VII (al que en una pintura le denominaban «el rey felón») titulada Los problemas de un Rey lejano, donde se reprochaba a España que nunca ningún rey hubiera viajado a América a visitar sus virreinatos (sin embargo, sí que había en esa sala una placa de agradecimiento a la reina Sofía de España, por haber visitado esa misión en octubre del año 2012). Finalmente, empleé un buen rato en leer todas las emotivas explicaciones con cierto aire poético de una sala que llevaba por título Historia de una Utopía, en referencia a San José de Chiquitos. Salí maravillado de esa misión, en un estado lindando el arrobamiento.