Crédito: Matt Kieffer

Encajado entre las edificaciones del barrio bonaerense de la Recoleta, el cementerio homónimo tiene su origen en un convento fundado en la primera mitad del siglo XVIII por frailes franciscanos recoletos. En la primera mitad del siglo XIX los monjes abandonaron el lugar, pasando la iglesia conventual a convertirse en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, mientras que el huerto del convento fue reconvertido en cementerio. A su alrededor se fue formando el mencionado barrio, que empezó a ser habitado por familias de clase alta tras un episodio de fiebre amarilla ocurrido a finales del siglo XIX. A partir de entonces, los difuntos de las familias pudientes de Buenos Aires comenzaron a ser enterrados en este lugar, surgiendo numerosos panteones de incuestionable valor artístico. Tanto, que aproximadamente ochenta de ellos están declarados Monumento Histórico Nacional en Argentina. Entre los aquí sepultados se encuentran presidentes de la nación, como Raúl Alfonsín; militares, como Guillermo Brown; escritores, como José Hernández, autor de Martín Fierro, y Adolfo Bioy Casares; deportistas, como el futbolista Luis Carniglia, el boxeador Luis Ángel Firpo y el piloto Charly Menditeguy; y numerosas personalidades más, entre las que sobresale con luz propia María Eva Duarte de Perón, la popular Evita. Parece ser que en vida el escritor Jorge Luis Borges expresó su deseo de ser enterrado en el cementerio de la Recoleta, aunque finalmente sus restos reposan en la ciudad suiza de Ginebra.