Castillos de Ghana (por Jorge Sánchez)
Aterricé en Accra, la capital de Ghana, y me marché a pie hacia el centro. Me sorprendí de que los indígenas no me hacían ni caso y no me robaron la bolsa de viaje, ni me golpearon por la espalda en la cabeza con un garrote. Al llegar a Accra no me lo podía creer. Tenía experiencias negativas en África: poco tiempo atrás había sido atacado violentamente en Johannesburgo, Sudáfrica, y escapado corriendo de un intento de robo en Togo. Pero en Ghana me sentí a salvo.
Tenía que decidir entre dos sitios UNESCO: los edificios Ashanti tradicionales, en el nordeste del país, o los fuertes y castillos de Volta, Accra y regiones Central y Oeste. Como tras Ghana viajaría a Costa de Marfil, al oeste, elegí la opción de los fuertes y los castillos. Ese primer día me dirigí al primero de los fuertes contemplados en este Patrimonio Mundial, llamado Usser Fort, en la costa, construido por los holandeses. Cuando lo visité albergaba un museo, pero en el pasado era un «almacén de esclavos». España no participó en ese execrable tráfico de nativos africanos, a los que transportaban a América, donde los esclavizaban. Eso era cosa de portugueses, ingleses, franceses, holandeses, y hasta suecos y daneses. El día siguiente, en mi camino al oeste, me detuve por unas horas en otro castillo de UNESCO en la ciudad de Cape Coast, y a media tarde me marché a Elmina, donde pasaría un día entero con su correspondiente noche.
Fue el castillo de Elmina, llamado São Jorge da Mina (Saint George of the Mines), el que más me gustó de los varios que visitaría durante mi estancia en Ghana. Además, Elmina era un poblado pintoresco y encantador cuyos habitantes se dedicaban principalmente a la pesca. Escudriñé cada rincón de ese castillo, hasta que di con un restaurante, donde almorcé. Desde él se ofrecía una espléndida vista del puerto, con los indígenas ocupándose de sus faenas pesqueras, y los comerciantes vendiendo sus verduras, frutas, o cosas baratas chinas como ratoneras, candados, supositorios recuperables, etc. Ese castillo de Elmina se considera la construcción europea (fue erigido por los portugueses a finales del siglo XV) más antigua de África. Cuando los holandeses arrebataron Elmina a los portugueses, enviaban cada año desde ese fuerte a más de 30.000 africanos al año, de los cuales menos de la mitad llegaban vivos a América, debido a las condiciones inhumanas a bordo de los barcos negreros, donde los hacinaban como si fueran sardinas. Tras Elmina proseguí mi viaje hacia el oeste, alcanzado días más tarde el poblado de Elubo, en la frontera con Costa de Marfil.