Castillo de San Pedro de la Roca (por Jorge Sánchez)
Santiago de Cuba es un lugar muy conveniente para visitar cuatro Patrimonios Mundiales de UNESCO en excursiones de ida y vuelta durante el mismo día: Castillo de San Pedro de la Roca, Parque nacional Desembarco del Granma, Paisaje arqueológico de las primeras plantaciones de café en el sudeste de Cuba, y Parque nacional Alejandro de Humboldt. Yo viajé a esa ciudad esperando que su centro histórico fuera similar al de La Habana, pues no en vano Santiago de Cuba fue la primera capital del país y desde ella zarpó el extremeño Hernán Cortes para conquistar el Imperio Azteca. También desde esa ciudad partió el castellano Pánfilo de Narváez a la Florida en su azarosa expedición en busca de la fuente de la eterna juventud. Pero no, el casco histórico de La Habana me cautivó mucho más que el de Santiago de Cuba. No obstante hallé esta ciudad grata, sobre todo la zona anexa a la simpática calle peatonal Enramadas, donde visité otra Bodeguita del Medio (al igual que en La Habana) con músicos interpretando rumba y chachachá, heladerías, tiendas de cambio de moneda extranjera, y hasta una plaza dedicada al ajedrez.
Mi lugar favorito para tomar café era La Isabelica, donde por un peso cubano (es decir, por 4 céntimo de euro) me tomaba un delicioso café preparado a la manera tradicional en un ambiente entrañable. Ese primer día me familiaricé con el centro de la ciudad, y al siguiente resolví conocer el primer sitio UNESCO de los alrededores: el Castillo de San Pedro de la Roca en Santiago de Cuba. Como quedaba a unos 10 kilómetros de distancia y me informaron de que no había autobuses locales para llegar allí, acabé negociando el precio de transporte con un taxista callejero. Una vez en el fuerte tuve que pagar la entrada de extranjero: 4 CUC o casi 4 euros (por 100 euros me habían dado 110 CUC en la calle Enramadas). Los cubanos pagaban 4 pesos, o 25 veces menos (1 CUC equivalía a 25 pesos cubanos).
El castillo, o fortaleza, parecía ser muy sólido y poderoso, casi inexpugnable por estar erigido sobre roca. Las vistas desde sus almenas eran majestuosas, dominando toda la costa y la bahía. En el interior de sus salas vi unos pocos muebles de madera españoles, muñecos al tamaño natural representando a los soldados españoles de la época, una maqueta del castillo, y también cuadros con los dibujos de los principales corsarios y piratas del Caribe, destacando el sanguinario Henry Morgan en el centro de todos ellos. Más abajo, junto a las mazmorras, entré en la antigua capilla donde había cuatro mancebas briosas que al verme se pusieron a cantar a coro, y al acabar la tonadilla me intentaron vender un CD con sus composiciones.
Donde me quedé más rato fue en una sala de la Torre del homenaje dedicada a la Batalla naval de Santiago de Cuba de 1898. Un gran mapa rectangular señalaba con dibujos diversos barcos; por un lado a los estadounidenses del almirante Sampson, y por el otro a los españoles al mando del almirante Cervera. Fue una batalla desigual en la que los estadounidenses vencieron a los españoles de manera aplastante. Los estadounidenses sólo tuvieron una baja mortal, por las 343 de los españoles. Tras unas dos horas de visita regresé a Santiago de Cuba en el taxi que había contratado, y me tomé un café en La Isabelica escuchando a un grupo musical que interpretaba el bolero: «Mujer, si puedes tú con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez te he dejado de adorar…».