Cartago (por Jorge Sánchez)
Tenía muchas expectativas cuando viajé de Túnez al vecino sitio arqueológico de Cartago, a unos 10 kilómetros de distancia. De niño me hacía la colección de cromos de Aníbal y también había visto la película Aníbal, interpretada por el actor Victor Mature, así que en Cartago esperaba ver el lugar de nacimiento del famoso general cartaginés con estatuas e historia relacionada con él. Pero al llegar a Cartago me llevé una leve decepción pues apenas quedaba nada del esplendor de la antigua capital fenicia/cartaginesa. Tras las tres guerras púnicas los romanos, que fueron los vencedores de ellas, arrasaron la ciudad, esclavizaron a los supervivientes y dispersaron sal en la tierra de cultivo para que nada más creciera, aunque años más tarde los romanos construirían sobre la destruida Cartago otra ciudad, por ello prácticamente todos los restos que hoy se observan en ese sitio arqueológico corresponden al período romano. Me paseé por las ruinas, observando algunos pilares, parte de un anfiteatro y restos de termas romanas, además de unas piedras con un letrero que afirmaba que allí antes hubo un templo fenicio.
En compensación, las vistas del mar Mediterráneo desde esas ruinas eran espléndidas, sobre todo desde lo alto de un cerro cercano donde había una catedral católica del siglo XIX, adonde entré para comprar un cirio al monaguillo del párroco. Junto al sitio había un museo, que visité, y los mosaicos romanos allí expuestos sí que valieron la pena. De Cartago proseguí en tren a la frontera con Argelia, pero al llegar a Tabarka los puñeteros agentes de emigración tunecinos no me dejaron dirigirme a ese país alegando que no llevaba suficiente dinero en efectivo (exigían presentar 250 dólares americanos; era el año 1984), por lo que me obligaron a retroceder a la ciudad de Túnez.