Lugar de larga y apasionante historia, Cartago no ha llegado en las mejores condiciones hasta nuestros días. El asentamiento inicial fue fundado por los fenicios a orillas del Mediterráneo, posiblemente a finales del siglo IX a.C., junto a la actual ciudad de Túnez. Siglos más tarde fue el germen de un gran estado, el cartaginés, que se extendió por el oeste del Mediterráneo y llegó a disputarle la supremacía al estado romano. En esa época, Cartago llegó a ser una gran ciudad de aproximadamente cuatrocientos mil habitantes. Tras la derrota a manos de los romanos en el siglo II a.C., Cartago fue casi completamente destruida, aunque volvió a renacer de sus cenizas a finales del siglo I a.C. Se convirtió entonces en una colonia romana a manos de Augusto y volvió a alcanzar el esplendor que tuvo con anterioridad. Con el fin de asegurar el suministro de agua, especialmente a las termas de Antonino, las más grandes del continente africano, fue construido un espectacular acueducto. A lo largo de ciento treinta y dos kilómetros, divididos entre varias ramas, aportaba un caudal de más de treinta mil metros cúbicos diarios a la población desde diversos manantiales situados en la alejada montaña de Djebel Zaghouan. Después de la caída del Imperio Romano Cartago fue conquistada por los vándalos, que la convirtieron en capital de su imperio, pero su declive, acentuado en la época de las cruzadas, fue incrementándose progresivamente hasta la actualidad.
