Café árabe (por Jorge Sánchez)
Los árabes suelen ser muy hospitalarios y educados. Una de las primeras cosas que hacen cuando entablan amistad con alguien es ofrecerle un té o un café, y más si regentan un bazar donde venden productos, como alfombras o lámparas. Durante mi estancia en Dubai fui invitado varias veces a degustar café, sobre todo en el mercado de las especias.
También fui invitado cuando asistí a un evento que se celebra en un parque de las afueras de la ciudad de Dubai donde una vez al año, usualmente en diciembre, reúnen a 30 viajeros de todo el mundo para que expliquen sus aventuras. Había en ese festival viajero personas practicando el arte de la cetrería, mujeres sentadas en el suelo con máscaras cubriendo sus narices que vendían canastos más encajes de bolillos, y varios hombres por los alrededores que repartían dátiles y ofrecían café a los asistentes.
El café lo preparaban en la arena del desierto y los dátiles los rellenaban con pistachos comprados en Irán, uno de los países, además de India, de donde se abastecen de alimentos. Cierto, el hombre que me sirvió café (que repetí tres veces de lo bueno que estaba) no hablaba ninguna otra lengua que no fuera el árabe, así que tuve que recurrir a mis muy pequeños conocimientos en esa lengua para comunicarme con él. Pronto se me unió un árabe que había llegado a Dubai en camello desde Yemen, nos tomamos juntos un café y hablamos de sus aventuras cruzando a pie la Península Arábiga.