Bosques antiguos y primarios de hayas de los Cárpatos y otras regiones de Europa (por Jorge Sánchez)
En los años 2019 y 2020 intenté conocer los hayedos de Montejo de la Sierra, en la Comunidad de Madrid. Dos veces hice la reserva y dos veces me fue asignado un día para visitarlos, pero en ambas ocasiones se anularon. La primera vez fue debido al viento y la segunda (encontrándome en la localidad de Buitrago de Lozoya) por la peligrosidad para caminar en un suelo resbaladizo por el hielo. Y me tuve que volver resignado para mi pueblo, Hospitalet de Llobregat.
Fue un desengaño pues de todos los patrimonios mundiales españoles solo me quedaban dos por conocer: los hayedos primarios y Risco Caído en la isla de Gran Canaria.
Sabía que el patrimonio mundial de los Hayedos primarios de los Cárpatos y otras regiones de Europa se esparce por 12 países. Además de en España se localizan en Albania, Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, Italia, Rumania y Ucrania.
En España están incluidos los hayedos de Ayllón y de Montejo de la Sierra (Comunidad de Madrid), los hayedos de Ayllón – Tejera Negra, en Guadalajara (Castilla-La Mancha), los hayedos de Lizardoia y Aztaparreta (Navarra), más los hayedos de Picos de Europa, de Cuesta Fría y del Canal de Asotín (Castilla y León).
En noviembre del 2022 intenté por tercera vez visitar los hayedos españoles incluidos en UNESCO, esta vez los de Navarra, en compañía de dos amigos vascos a quienes había conocido en el Camino de Santiago. Con el coche de uno de ellos cruzamos la población de Ochagavía (donde hay un centro de interpretación de los hayedos) y llegamos a la caseta de entrada al bosque de Irati, a apenas 1 kilómetro de la frontera francesa. Pagamos por el aparcamiento (6 euros por coche) y nos regalaron un mapa con los recorridos turísticos, siendo el más popular uno de 8 kilómetros, o 2 horas de caminata, al embalse de Irabia. Fue cuando le pregunté al empleado dónde estaba el signo de UNESCO para fotografiarlo. Y el hombre, sorprendido a más no poder, me informó de que allí no había ningún patrimonio de UNESCO.
Yo me quedé estupefacto por esta respuesta. Al reponerme le aseguré que los hayedos del bosque de Irati, en Navarra, estaban integrados en el patrimonio mundial de los hayedos primarios. Entonces el empleado me dijo que allí nadie va en busca de esos hayedos.
Me dio la sensación de que desde la dirección del bosque de Irati se procura que esos hayedos permanezcan puros, vírgenes, intocables por el ser humano, y no quieren promocionarlos para que no sean visitados por grupos numerosos y dejen basuras, latas de refrescos, envoltorios de papel de chocolatinas y galletas, o colillas de cigarrillos por el camino.
Yo insistí para dar con ellos y al final me indicó que si subía a un pico caminando sin parar hacia arriba encontraría las balizas que circundan unas hectáreas en cuyo interior se hallan los hayedos de Lizardoia. El alcanzarlos suponía realizar una caminata dura, muy dura, y sin señalizar, para así evitar que vayan grupos indeseados y desvirtúen el lugar.
Uno de mis compañeros, Alfonso, se desanimó al instante, no quiso hacer el esfuerzo y prefirió realizar el senderismo clásico por el embalse de Irabia, mientras que yo me uní a mi otro compañero vasco, Javier, que era más osado, y nos lanzamos juntos a la búsqueda de ese hayedo esquivo de Lizardoia, pues entendimos que para «apuntarse» ese sitio UNESCO se ha de subir a verlo, ya que en el patrimonio mundial no está incluido el embalse de Irabia ni los paseítos turísticos por los alrededores del bosque de Irati, por muy escénicos y bellos que sean, y donde se pueden observar algunas hayas, pero no son las correspondientes al patrimonio mundial de UNESCO.
Primero nos dirigimos los tres amigos a una caída de agua a poco más de 1 kilómetro de distancia, llamada Cascada del Cubo (Itsuosin en idioma vasco). Varios centenares de metros más adelante Javier y yo nos detuvimos ante un letrero con el título: REMOS, cuyo primer párrafo decía:
‘Durante varios siglos el destino más apreciado de las hayas de Irati era para la fabricación de los remos. Ya hace cuatrocientos años venían desde las atarazanas de Barcelona para fabricar material para los largos remos de galera, de más de doce metros, y tan pesados que eran necesarios tres o cuatro remeros para moverlos’.
Fue cuando miramos hacia arriba y resolvimos subir por un sendero empinadísimo entre el follaje, a veces obstaculizado por troncos atravesados, como para impedirnos el paso. Pero subimos y subimos con brío, sin desfallecer, haciendo pequeñas pausas para reponer fuerzas. Hasta que al final, estando ya rendido (yo, pues mi compañero era fuerte como un toro), llegamos a una barraca abandonada con un letrero que decía RESERVA INTEGRAL, y justo al lado notamos la presencia de las balizas que indicaban la entrada al hayedo de Lizardoia ¡Lo habíamos conseguido!
Nos paseamos un buen rato por la maleza deleitándonos del paisaje y haciendo fotos a las hayas, hasta que, llenos de alborozo, decidimos descender para reencontrarnos con nuestro compañero Alfonso y celebrar el éxito de nuestra visita. Ahora ya solo me faltaba el Risco Caído para así conocer todos los sitios UNESCO de España.