Asur (por Jorge Sánchez)
Reconozco que esta no fue una visita excitante en Irak; más impactantes fueron las del caravanserai de Hatra, o el minarete de la gran mezquita de Samarra. Era el año 2001 e iba viajando junto a cuatro compañeros españoles (dos barceloneses y dos bilbaínos) durante dos semanas en un coche con guía/conductor. Ese día de parada en Asur teníamos muchas expectativas. Pero al llegar ¿qué vimos?: ruinas y más ruinas con algunas piedras esparcidas en medio de un área desértica; poco quedaba en pie. Al menos en las ruinas de Babilonia y Ur habían reconstruido la Puerta de Istar y un zigurat, y en las de Nimrud o Nínive (adonde iríamos a continuación) veríamos increíbles bajorrelieves. Pero en las de Asur todo estaba patas arriba. Además, todas las estatuas y restos bien conservados de Asur se hallan hoy en los museos europeos (como Londres y Berlín), o en el de Estambul (Turquía).
Si no hubiera sido por la descripción de la vieja Asur por nuestro guía, quien hizo hincapié en su importancia como primera capital del Imperio Asirio, y que por otra parte Asur era el nombre del mayor dios de Asiria, el belicoso, señalándonos la ubicación del antiguo palacio, de las tumbas reales, templos y casas varias con restos de murallas, así como su posición a orillas del río Tigris, nos habríamos quedado indiferentes ante esas ruinas anodinas, ya que ninguno de nosotros era arqueólogo. Pero gracias a esta información histórica al final apreciamos la visita. Cuando acabó el rato que nos asignó para corretear por las ruinas todos corrimos al coche para proseguir el viaje a Nimrud y después a Mosul, donde pasaríamos varios días interesantes visitando poblados yazidíes más un monasterio nestoriano.