Antaño utilizados como elementos decorativos y aislantes en las viviendas rumanas y moldavas, los tapices murales eran elaborados por tejedores especializados. Diferentes técnicas se usaban en su producción y los motivos representados variaban según la procedencia y el origen de los artesanos. Utilizados asimismo como dote de las doncellas e incluso en los funerales, su relevancia ha ido decreciendo con el tiempo y en la actualidad mantienen su finalidad decorativa y en ocasiones son considerados obras de arte. En el medio rural se siguen empleando los telares tradicionales y su realización suele ser ejecutada por mujeres, que aprenden la técnica de manos de sus madres y abuelas. Destaca asimismo su función social, al servir como nexo de unión entre los ciudadanos interesados en esta práctica.