Entre los apenas quince anfiteatros romanos que se conservan en España el de Segóbriga ocupa un papel destacado. Fue construido a finales del siglo I o comienzos del siglo II, en un municipium que vivía momentos de esplendor tras haber sido ascendido a esa categoría en tiempos de Augusto. Destinado a luchas entre gladiadores o entre personas y animales salvajes, constaba de cerca de seis mil asientos y era la principal edificación de la población. A la manera habitual, tiene forma elíptica con un eje longitudinal de más de setenta metros. Mantiene un buen estado de conservación, a pesar de que varios bloques de granito y casi todos los mármoles que lo embellecían han sido expoliados a lo largo del tiempo.