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Italia

Ámsterdam del sur

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¿Quizás San Petersburgo transalpina? ¿Brujas meridional? ¿O Estocolmo mediterránea? Para referirse a casi cualquier ciudad, particularmente si está situada en el norte de Europa, donde el agua y la Historia jueguen un rol predominante, suele recurrirse al manido tópico de denominarla Venecia del Norte, como si la atípica localidad veneciana fuera el espejo en el que toda villa surcada por canales hubiera de mirarse. Cierto es que, en contra de lo que afirma un viejo dicho, las comparaciones no son casi nunca odiosas, al menos cuando existe cierta similitud entre el ente comparable y el comparado. Pero ese papel referente que suele asignarse a Venecia me resulta en cierto modo injusto, tanto para ella misma como para quienes son escrutadas casi con lupa a la busca de puntos en común con la capital del Véneto.

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Es evidente que Venecia puede presumir tanto de su insólito emplazamiento como de una larga historia. Curiosamente, se cree que el lugar donde se estableció la ciudad fue hallado por casualidad, a resultas de los ataques que sufrieron los habitantes de poblaciones cercanas por parte de hordas provenientes, precisamente, del norte de Europa. Acosados por los invasores, encontraron refugio en unas pequeñas islas del Adriático, donde consiguieron pasar desapercibidos para el enemigo, que continuó su avance hacia el sur. Fue éste el germen de una comunidad que, con el paso de los siglos, mantuvo un aislamiento importante, que la llevó a gozar de una considerable autonomía con respecto a otros pueblos radicados en la zona.

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Poco a poco la ciudad alcanzó un grado de desarrollo tal que la supremacía de la que desde el siglo IX se denominó República de Venecia fue extendiéndose por buena parte del Mediterráneo. Como suele ser habitual poder y dinero van de la mano y numerosos artistas, fundamentalmente pintores aunque también arquitectos y músicos, comenzaron a sentirse atraídos por este lugar, al que fueron consagrando sus obras. Suntuosos palacios surgieron por todas partes y junto a no menos majestuosas iglesias dieron forma a una villa dispuesta a invertir en arte y cultura todos los beneficios obtenidos gracias a su pujanza mercantil. Sin olvidar la habilidad negociadora de sus dirigentes, capaces de aliarse tanto con Dios como con el diablo, ambos representados por la Santa Sede y el ejército otomano en el papel que el lector quiera asignarles a cada uno de ellos.

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Se dice que Napoleón calificó a la plaza de San Marcos como el salón más bello de Europa, y probablemente tenía buenos motivos para pensar así en aquella época. Esta plaza es el único lugar de Venecia que puede considerarse como tal, tanto por sus dimensiones como por la presencia en ella de los edificios más impactantes de la villa. La basílica de San Marcos es un templo católico tan atípico como la misma ciudad debido a su aspecto de iglesia bizantina. Este hecho no es de extrañar si se tiene en cuenta que fue destruida por un incendio a finales del siglo X, y para su reconstrucción se empleó a arquitectos provenientes de Constantinopla. Separado de ella se halla su campanario, el famoso Campanile, de apariencia bastante diferente y que era usado para llamar a los fieles al culto y como torre de vigilancia. La terna la completa el Palacio Ducal, impresionante construcción gótica que servía como sede del gobierno veneciano.

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Fue precisamente Napoleón quien terminó con la independencia de la República de Venecia casi mil años después de su creación. Aunque la decadencia había comenzado ya algunos siglos atrás, fue acentuándose desde entonces hasta llegar a un punto casi de no retorno en nuestros días. Venecia agoniza acosada tanto por la subida del nivel del agua, que tanto afecta a su inestable equilibrio, como por plagas de roedores y palomas que hacen difícil la vida a sus moradores. La desbandada de éstos comenzó hace tiempo, alarmados también por los malos olores y esos precios desorbitados que los llevan a vender sus casas y trasladarse a tierra firme. Hordas de turistas ejercen el papel de aquellos bárbaros del norte, invadiendo la ciudad y dejándola al borde de convertirse en un enorme parque temático al copar todos los servicios ante la escasez de habitantes. Y, por si esto no fuera suficiente, la vieja Venecia ya ni siquiera puede presumir de ser la villa con mayor número de puentes en su interior. Hasta una de esas segundonas Venecias del norte, la germana Hamburgo, la supera con claridad en ese aspecto.

2 COMENTARIOS

    • Estuve en Venecia hace unos quince años y ya entonces el turismo era exagerado. Por lo que me han contado, últimamente aún es peor. Aunque, por supuesto, todo el mundo tiene derecho a disfrutar de lugares tan increíbles como ése, no deja de ser una lástima que lo que era una ciudad haya pasado a ser territorio casi exclusivo para los turistas. Dentro de poco ya no quedarán venecianos, parecen ser una especie a extinguir.

      Muchas gracias y un abrazo.

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