Alta Gracia (por Jorge Sánchez)
La visita a la iglesia de la Compañía de Jesús que había efectuado en la ciudad de Córdoba me dejó con deseos de saber más acerca de las estancias jesuíticas de la provincia. Como tenía tiempo hasta la salida nocturna de mi autobús hacia la provincia de Misiones, decidí conocer, al menos, una de sus cinco estancias ese mismo día. Entré en el Cabildo, donde se ubica la oficina de turismo, y pedí consejo a las empleadas. Había cinco estancias jesuíticas en la provincia de Córdoba que están comprendidas en el Patrimonio de UNESCO:
– Alta Gracia
– Santa Catalina
– Caroya
– Jesús María
– La Candelaria
La más accesible era la de Alta Gracia, pues había hacia allí un servicio regular de autobuses.
Fue la misión que seleccioné y hacia allí viajé en un autobús. Tras una hora de trayecto me depositó junto a un lago. Observé una torre con un reloj. Era la oficina de turismo y su empleada resultó ser una chica recién emigrada de Extremadura, España. Esa chica extremeña me facilitó folletos sobre diversos lugares culturales para visitar. A pocos kilómetros tenía una gruta que era una reproducción de la de Lourdes, en Francia. También había un parque llamado Federico García Lorca, más un museo dedicado al compositor español Manuel de Falla, que murió en esa localidad en 1946. Pero por falta de tiempo sólo realicé una visita al Museo Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers, que era precisamente el objetivo básico de mi viaje.
Esa estancia, fundada en 1588 según una placa, se situaba justo enfrente de la torre del reloj. La entrada era gratuita. En el interior recorrí todas las salas. Era una misión muy didáctica, en ella había maquetas de cada edificio y sobre las paredes de las salas estaban escritas las explicaciones sobre el modo de vida y las actividades de los monjes. Vi utensilios de cerámica de la época, la cocina, la herrería, dormitorios, el refectorio, esculturas de santos (como la de san Ignacio de Loyola) y otros trebejos y pinturas. Entré en una sala muy curiosa con explicaciones sobre la masonería, donde se explicaba el emblema masón del escudo de Argentina -el gorro frigio y dos manos estrechándose dentro de una corona oval de laurel, atado con una cinta de colores blanco y azul celeste con el sol asomando arriba-, que había sido copiado de otro escudo masón de una logia revolucionaria francesa.
Curiosamente, el nombre completo de esa misión acababa en Casa del Virrey Liniers por haberla comprado e instalado en ella, el noble y militar Santiago de Liniers, que fue el penúltimo virrey del Virreinato del Río de la Plata. Santiago de Liniers moriría fusilado el año 1810 en una localidad de la provincia de Córdoba por ser fiel al Gobierno de España y, en consecuencia, haberse negado a unirse a los rebeldes de Buenos Aires. Su razonamiento sobre ellos fue:
«… la conducta de los de Buenos Aires con la Madre Patria, en la que se halla debido al atroz usurpador Bonaparte, es igual a la de un hijo que viendo a su padre enfermo, pero de un mal del que probablemente se salvaría, lo asesina en la cama para heredarlo.»
Liniers previó la balcanización de la América española y la anexión de territorio hispano en América del Sur y del norte por parte de Brasil y Estados Unidos si los rebeldes tenían éxito, como así ocurriría. Tuvieron que ser mercenarios ingleses que contrataron los rebeldes los que le fusilaran, pues Liniers era un héroe y los criollos podrían haberse negado a asesinarle. España pudo recuperar su cadáver décadas más tarde y fue llevado al Panteón de Marinos Ilustres, en Cádiz.