Almacén de personas
Se conoce como isla de Gorée a un diminuto trozo de terreno, de tamaño inferior a un kilómetro cuadrado, localizado a las afueras de la bocana del puerto de Dakar, la capital senegalesa. Descubierta por marinos portugueses en la primera mitad del siglo XV, fue fuertemente disputada entre éstos, ingleses y holandeses, siendo los últimos quienes le asignaron su actual denominación en recuerdo a una isla de los Países Bajos denominada Goeree-Overflakkee. Finalmente, cayó en manos francesas a finales del siglo XVII y así se mantuvo hasta que Senegal logró su independencia, hecho ocurrido en 1960. Las razones por las que este islote minúsculo y alejado, pelado y sin agua, despertó inicialmente los instintos de posesión de tan poderosos reinos se me escapan, pero con el paso del tiempo su función pasó a trascender lo puramente estratégico.
Aproximadamente un siglo después de ese primer asentamiento europeo en la isla, algunas de las naciones anteriormente mencionadas comenzaron a capturar a los seres humanos que poblaban las llanuras africanas. La finalidad oculta tras tan aberrante ejercicio era venderlos como esclavos con destino a un continente lejano. Surgió entonces la necesidad de encontrar lugares cercanos a la costa donde almacenar como animales a aquellas personas, hasta que eran subastadas y vendidas a tratantes que se lucraban con tan siniestro tráfico. El éxito de aquella práctica infame fue tan grande que se calcula en más de veinte millones el número de personas despojadas de sus raíces y obligadas a viajar hacinadas hacia una tierra desconocida en barcos fletados especialmente para ello. Y las penalidades durante el trayecto eran tales que tan solo una pequeña parte lograba llegar con vida a su destino final.
Aquellos depósitos de personas proliferaron a lo largo de la costa de África Occidental, especialmente en el territorio actual de Benín, Ghana y Senegal, y uno de ellos fue situado en Gorée. Allí se construyó la denominada Casa de Esclavos, donde los capturados eran separados de sus familias y encarcelados en distintas salas dependiendo de su edad y su sexo. En este lugar, actualmente convertido en un museo donde se muestran los horrores sin fin padecidos por aquellos desgraciados, aún se conserva la escalinata donde se procedía al infame espectáculo de exhibir a seres humanos encadenados, con el fin de que los negreros pudieran discutir su precio en una subasta macabra. Una vez hecho el trato, tan solo tocaba esperar a un lento suplicio que para la mayoría terminaba en el fondo del océano.
Afirman diversos expertos que la versión de la Casa de Esclavos que ha llegado hasta nuestros días fue construida a finales del siglo XVIII, una vez que el tráfico de seres humanos ya era insignificante. Argumentan que una isla tan pequeña no podía tener mucha relevancia en aquella práctica aberrante. Sostienen que los barcos dedicados exclusivamente al tráfico de seres humanos no existieron, sino que éstos eran embarcados junto a otras mercancías en cargueros. Aseguran que en realidad se ha intentado dotar a la isla de Gorée de un pasado que no es el suyo, según ellos como estrategia para atraer a los visitantes. Da igual. Lo que nadie puede negar es el simbolismo que desprende este lugar, hasta donde llegan cada año numerosos visitantes. Muchos de ellos intentando obtener respuesta a múltiples preguntas relacionadas con sus orígenes.
Tras pasar media hora en un ferry abarrotado, desembarcamos en la isla de Gorée procedentes del puerto de Dakar. Hasta el momento en que pisé la superficie del islote no era consciente de lo que aquello significaba, pero una vez allí un poderoso sentimiento de empatía se apoderó de mí y me hizo vivir dolorosas sensaciones que me embargaron por completo. Siempre he pensado que no se deben juzgar hechos acaecidos hace cientos de años, por muy trágicos que éstos fueran, con nuestra mentalidad de seres del siglo XXI. Pero la simple imaginación del miedo que debía invadir a aquellos seres desgraciados, arrancados para siempre de sus familias, me puso la piel de gallina e hizo asomar lágrimas a mis ojos. Ningún lugar como Gorée representa mejor a aquellos campos de concentración primigenios, donde se vivió el mayor genocidio jamás cometido.
Magnífica entrada, Florencio. Tenía ya ganas de una nueva publicación. 🙂
Muchas gracias, Joaquín.
Tras un tiempo de parón, unido a una serie de problemas técnicos en las últimas semanas, estoy de nuevo en la brecha. Espero continuar con las publicaciones, aunque creo que me lo tomaré con más calma.
Un abrazo.