Al Ahsa (por Alberto Campa)
Casi 3 millones de palmeras es el gran récord geográfico de este precioso e inmenso oasis árabe. Si esta mañana os pasaba relato desde las costas arábigas del reino saudita, ahora os lo paso desde este también arábigo y magnífico oasis. Como podéis contemplar, puede que hoy la foto relate mejor que yo, donde está ubicada esta ciudad saudí de Al Hofuf.
Por supuesto que este oasis de Al Ahsa, en el que en su interior además de tantas palmeras, hay manantiales de fresca agua, mezquitas, canales y una gran población humana, ha sido declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. Lo iría a ver tomando un Uber desde el centro de Al Hofuf. Mi joven conductor árabe de Uber es un exmilitar saudí que me enseña fotos de cuando se estuvo formando en Gran Bretaña como desactivador de bombas y explosivos. Ahora, después de su valiosa instrucción con la cual puede que algún día lo tengan que llamar desde su gobierno, ahora mientras tanto, se dedica a este trabajo en Al Hofuf.
Nos adentraríamos hasta la hoy muy turística montaña de Al Qarah, pero me colgaría en ella sin tener que pagar cara entrada, alejándome por carretera como un kilómetro de su acceso de pago, y subiendo a todo lo alto de ella para sacar guapas fotos de este inigualable oasis y sobre todo, otear la maravillosa vista de 360° de palmeras y más palmeras. Al mediodía, me volvería hasta la estación de ferrocarril de la ciudad, para subirme nuevamente a bordo del tren en el que ahora viajaría hasta la capital Riyad.
¿Qué cómo es viajar en tren por el medio de un gran desierto? Pues una diferente experiencia más. Siempre me ha gustado mucho viajar en tren, y de hecho lo considero, junto con el barco, como una de las mejores y más placenteras formas de desplazarse por la tierra. Cruzando el Sáhara con mi coche, recuerdo otra gran vía férrea que discurre por ese otro gran desierto. Es la que va desde la atlántica Nouadibou hasta las minas de Zouerat muchos kilómetros al interior de las arenas mauritanas.
En la estación, antes de subir al tren, gente rezando, pero dentro de cada vagón del tren, también espacio especial para rezar a bordo, y como veis aquí todo el mundo islámico hace sus cinco oraciones diarias sin excepción y esté donde esté. Como ya había viajado día anterior en él desde Damman, y uno ya ha cogido más experiencia en viajar en trenes por el desierto, dejas tu equipaje en el asiento, bajas del vagón y limpias tu ventanilla por fuera, para así poder ver algo después en ruta entre tanta arena que se adhiere al circular.
Suben dos chicos sordomudos que se sientan cerca de mí, y entramos en silenciosa conversación con gestos, ya que uno lleva puesta una camiseta del Barca y yo les indico que es mi equipo favorito. Nunca me había entendido tan bien en árabe como con ellos. Viajo a bordo del vagón para hombres, y las mujeres y niños viajan en otro para familias.
En el trayecto, como os podréis imaginar, mucha arena, algunas granjas con tiendas beduinas en pequeños oasis con depósitos de agua sacada del subsuelo, y mucho desierto con algunos hierbajos pastados por rudos y resistentes camellos. El polvo de la arena se queda en suspensión cuando el tren circula rápido, y si va despacio, en algunos tramos puedes ver el desértico paisaje, pero las vías se llenan completamente de arena casi cubriéndose por completo.
Arribado a la capital Riyad, y después de buscar nocturnos aposentos, todavía me daría tiempo a ver lo espectacular de esta gran metrópoli en la noche. Pero de eso os cuento más mañana a la mañana si tengo ese hoy, tan valioso e importante wifi.
¡Insh’ allah my Friends!