Aït Benhaddou (por Jorge Sánchez)
En cierta ocasión, durante mis años mozos, viajé a Marrakech inspirado por una canción de los años 60 (del siglo XX) muy popular entonces, llamada Marrakech Express, de Crosby Stills and Nash. Desde entonces el nombre de Marrakech invoca en mí aventura y emoción, lo mismo que Timbuktú, o Samarcanda. Pero un día observé un póster en un escaparate de una agencia de viajes de la plaza Jemaa el Fnaa con una vista fantástica, pregunté y me indicaron que se trataba del Ksar de Ait Ben Hadu, así que hacia allí me dirigí el día siguiente, con una visita larga en medio del camino para conversar y comer cous cous con los bereberes del Valle de Ourika. Instalado en un hotelito de Ouarzazate, llamada La Puerta del Desierto, me dediqué durante tres días a realizar visitas radiales. Una fue a Zagora, donde vi el famoso letrero Tombouctou 52 jours que todos los turistas fotografiaban. Y el segundo lo invertí en el espectacular Ksar de Ait Ben Hadu.
Al llegar, un hombre vestido con una chilaba azul intentó venderme souvenires, y me informó que allí se habían filmado las películas Lawrence de Arabia, Gladiator, Sodoma y Gomorra, y aun otras muy famosas. Para entrar en algunos edificios me pedían dinero. Si veía que no valía la pena no entraba, pero en las más fantásticas construcciones sí que pagué unos pocos dirhams a su dueña para verlas por dentro. Los niños adivinaban mi nacionalidad por mi acento del francés, y entonces, al saber que era español, la primera pregunta que me hacían era sobre fútbol, para averiguar si era del Real Madrid o del Barcelona.
Subí a la parte alta de Ait Ben Hadu para obtener una vista sensacional del lugar, donde me recreé por un buen rato respirando hondo para captar en su máximo esplendor todo cuanto estaba contemplando. Había valido la pena viajar a ese ksar por esa vista tan hermosa. Cuando me cansé descendí, bebí un té con unos nativos bereberes, regresé en bus a Ouarzazate, y el día siguiente a Marrakech.