Divagando, una de las múltiples actividades que me gusta practicar en mis ratos libres, hace un tiempo me planteaba una cuestión. La pregunta que me hacía estaba relacionada con el momento en el cual el ser humano tomó consciencia de que las obras que estaba produciendo pasaban de tener una dimensión puramente funcional a incluir una vertiente artística. Evidentemente, esta disquisición estaba encuadrada en el ámbito de la retórica, puesto que ya conocía la respuesta. Jamás sabremos el momento en el cual algo hizo clic en el cerebro de alguien, llevándolo a tomar la decisión de que, a partir de entonces, sus producciones estarían más enfocadas hacia lo metafísico que hacia lo material.
Debió ser por entonces cuando plasmé mis ideas en este post. Que, como era de esperar, no soluciona nada, puesto que se limita a listar una serie de obras de arte … Perdón, ¿he dicho obras de arte? ¿Fueron sus autores conscientes de que el material que estaban desarrollando tenía una vertiente artística? ¿Disponían de esa motivación? ¿Sabían que sus trabajos iban a trascender más allá del tiempo en el que les había tocado vivir? O, por el contrario, ¿pensaban que sus creaciones eran algo perecedero, tan solo destinadas a ser partícipes de un momento efímero, sin posibilidad alguna de ser divulgadas con posterioridad?
Jamás sabremos la respuesta. Aunque tampoco importa demasiado, lo fundamental es que el arte fue floreciendo poco a poco, adquiriendo peculiaridades propias del ambiente en el cual se iba desarrollando. De manera cronológica, os mostramos algunos estilos artísticos con unas características muy particulares, inherentes al entorno en el cual se desenvolvieron.
Arte rupestre levantino: Extendido por el arco mediterráneo español, el arte rupestre levantino surgió en el Mesolítico, hace unos diez mil años, según las últimas teorías. Se caracteriza por el empleo de las tonalidades negra, blanca y roja, así como por la representación de figuras antropomorfas y de animales. Aunque el hecho que realmente lo distingue de su predecesor, el arte paleolítico, es su presencia en abrigos en lugar de cuevas profundas.
Prerrománico asturiano: Damos un salto importante en el tiempo, algo menos en el espacio, y nos situamos en el Reino de Asturias a mediados del siglo VIII. Gobernaba entonces la zona un monarca llamado Ramiro I, que ordenó construir un palacio y una iglesia, a escasa distancia el uno de la otra. Comparten ambos características comunes, como el uso de sillares junto con mampostería y ladrillo, el muro compuesto y la planta basilical, entre otros. Y crearon tendencia, definiendo un estilo que se extendió por todo el territorio asturiano en lo que quedaba de ese siglo y el siguiente.
Arte mozárabe: Dentro de la propia Península Ibérica, aunque algo más al sur, los cristianos residentes en territorio musulmán no renunciaron a seguir construyendo sus iglesias. Ocurría esto durante los siglos VIII y IX, dando como resultado el estilo arquitectónico conocido como arte mozárabe. El empleo del arco de herradura, generalmente rodeado por un alfiz, lo hace inconfundible y la austeridad de sus construcciones da idea del secretismo con el que debían celebrar sus ritos.
Románico andorrano: Enclavada entre las cumbres pirenaicas, Andorra siempre ha vivido un tradicional aislamiento. Debido a ello y a los rigores del clima, el arte románico que se desarrolló en su territorio actual presenta una serie de peculiaridades que lo particularizan. Entre ellas, el uso de la pizarra y la presencia de campanarios lombardos con ventanas geminadas. Aunque comenzó a surgir durante el siglo XI, este estilo arquitectónico se prolongó hasta el siglo XIII e incluso más allá, saltándose la transición al gótico.
Mudéjar aragonés: Como resultado de los vaivenes vividos en la Península Ibérica durante la época medieval, aproximadamente en el siglo XII se volvieron las tornas y fueron los musulmanes residentes en territorio cristiano quienes desarrollaron un estilo propio. Se le denominó mudéjar y alcanzó especial relevancia dentro del actual territorio aragonés. A diferencia de la austeridad mozárabe, su característica primordial es esa exuberancia tan evidente en la ornamentación de sus torres campanario.
Estilo timúrida: Todavía andaban los mudéjares ornamentando sus campanarios cuando un conquistador cojo comenzó a hacer estragos en Asia Central. Su nombre era Timur y extendió sus dominios por unos cuatro millones y medio de kilómetros cuadrados, más de la mitad del actual territorio chino. Corrían las últimas décadas del siglo XIV y las cúpulas de tonalidad azulada comenzaron a aparecer por la zona. Su influencia fue tal que sin el estilo timúrida nunca se habría construido el hiperfamoso Taj Mahal.
Estilo manuelino: No se quedó atrás Dom Manuel en su intento de extender el no menos vasto Imperio lusitano. Bajo su gobierno surgieron exploradores como Vasco da Gama, Afonso de Albuquerque o Pedro Álvares Cabral, que descubrió Brasil para Occidente. Y no se dio por satisfecho con ello O Venturoso, sino que se permitió el lujo de inventar un estilo arquitectónico propio, denominado manuelino en su honor. Esta versión lusa del gótico tardío comenzó su desarrollo a finales del siglo XV y, para hacer justicia, hay que mencionar a Juan de Castillo, arquitecto español que fue su mejor representante.
Estilo brâncovenesc: Bastante menos poderoso fue Constantin Brâncoveanu, quien alcanzó el poder en Valaquia, sur de la actual Rumanía, a finales del siglo XVII. Gran impulsor de las artes, sufragó numerosas construcciones, todas ellas dotadas de un particular estilo, denominado brâncovenesc en su honor. Con el tiempo, pasó a ser considerado el estilo arquitectónico más genuinamente rumano.
Obra de Gaudí: Dependiendo del lugar físico que se considere, la renovadora corriente artística surgida a finales del siglo XIX es denominada Modernismo, Art Nouveau, Jugendstil, Nieuwe Kunst o Modern Style. Por si fuera poco, arquitectos como el catalán Antoni Gaudí desarrollaron sus propias ideas sobre el tema, aportando una visión muy particular a sus obras. El uso de las líneas curvas y un decidido enfoque naturalista fueron sus principales preceptos.
Arte urbano: A diferencia de los estilos anteriores, el arte urbano no está constreñido a un limitado espacio geográfico. Surgido en las últimas décadas del siglo XX, tampoco tiene características particulares dependiendo del entorno donde se inserta, sino más bien relacionadas con la imaginación del artista que lo produce. Los ejemplos, por consiguiente, son tan diversos como lo son sus autores. Perecedero o no, es algo que se verá con el tiempo. De momento, limitémonos a disfrutar estas creaciones, algunas tan extraordinarias que ya han trascendido el espacio-tiempo para el cual fueron creadas. Si artistas como El Bosco, El Greco o Van Gogh vivieran en la época actual, representarían sus obras mediante el graffiti, no tengo duda alguna al respecto.
