Gobi (por Jorge Sánchez)
Una buena mañana abordé en Ulaanbaatar un autobús hacia el sur, hasta Dalanzadgad. Y allí frente a la estación me alojé en un hostal llamado Gobi. En ese mismo autobús viajaban varios extranjeros. Hice amistad con una pareja de franceses y entre los tres organizamos con un guía que había estado esperando ese autobús, una excursión de varios días al Desierto de Gobi, a razón del equivalente en Tugrik de 25 Euros por día, incluida la comida. Nos pareció un precio razonable y los tres nos preguntábamos por qué la inmensa mayoría de turistas paga precios exorbitados a las agencias de viaje de Ulaanbaatar por ese mismo tour. La madrugada del día siguiente partimos en un jeep hacia el Desierto de Gobi.
El tour, además de las altas dunas del Gobi, incluía la visita a un cañón llamado Flaming Cliffs donde se han hallado huevos de dinosaurios. Dormiríamos en yurtas. Durante el camino vimos muchos camellos. Al principio pedíamos al chófer que se detuviera para hacer fotografías, pero tras unas tres o cuatro paradas ya nos pareció normal esa visión.
Observamos diversos ovoos o un montículo de piedras colocados allí por los seguidores del chamanismo. Había sobre ellos cuernos de animales y tiras de tela de colores. A la entrada al Gurvas Saikhan National Park debimos satisfacer un precio de entrada de 3.000 Tugrik, lo cual no iba incluido en el precio acordado con nuestro guía.
Junto a los franceses caminé hasta lo alto de una alta duna, lo que nos tomó más de una hora. Íbamos descalzos para poder subir mejor. Había caballos y camellos para alquilar y realizar junto a un guía un pequeño tour, pero ninguno de nosotros se mostró interesado en ello. El día acordado regresamos regocijados los tres en autobús a Dalanzadgad; acabábamos de realizar una excursión inolvidable a uno de los desiertos más míticos del planeta.